Dar las cosas por
hechas es tan tedioso como inevitable. Es inherente a la naturaleza humana el
quejarse continuamente por todo. Me resulta absolutamente inconcebible que
determinados individuos se cuelguen el galón de que nunca jamás incurren en el
lamento y la protesta. Sin embargo, acusar a terceras personas de mostrar una
actitud pesarosa e irritante vende. En contrapartida están aquellos que tachan
de conformistas a los que rara vez manifiestan su descontento.
Ni una cosa ni la otra,
no creo en el superhombre. Ahora bien, nos luciría el pelo mejor si fuésemos capaces
de valorar lo positivo que tenemos y desviar el foco de atención a todo lo pernicioso,
en cuyo bucle caemos con demasiada frecuencia en una sociedad donde la
insatisfacción es la más fiel aliada del espíritu de consumo que se presenta
como la única salida a la maltrecha economía.
La gente se cuestiona
muy a menudo la existencia de una vida más allá de la muerte obviando la que
están viviendo en este momento, por ejemplo. La única condición para no valorar
lo que se tiene es tenerlo. Tengo diez, quiero once. Tengo mucho, quiero menos.
Estoy tranquilo, me aburro. Me encuentro nervioso, necesito calma.
Investigadores de la
universidad de Guelph han llevado a cabo un estudio que confirma que los
animales también se aburren al estar confinados en espacios pequeños sin
estímulos y que combaten el aburrimiento de manera similar a los humanos.
Se estudiaron dos
grupos de visones (especie cercana a los hurones), uno en jaulas pequeñas y
otro en jaulas largas y con objetos estimulantes. A ambos grupos se les
presentaron estímulos atractivos y otros amenazadores o indeseables.
Los visones que
vivían en espacios confinados ingerían más alimentos y pasaban más tiempo
acostados u ociosos. Además, se acercaban incluso cuando se les presentaba un
objeto peligroso, en búsqueda de un estímulo.
Quien inventó la vida,
la creó quizás en un arrebato de insatisfacción o un fuerte ataque de aburrimiento,
respondiendo de manera temeraria a un estímulo peligroso y creando un séquito
de seres perpetuamente insatisfechos que dan por hecho todo lo bueno que tienen
en ella, replican y suplican a voz en grito todo lo que no tienen buscando
continuamente impulsos comprometidos que los liberen, aunque solo sea
temporalmente de su naturaleza tediosa y apática.