miércoles, 18 de junio de 2014

DAR LAS COSAS POR HECHAS.


Dar las cosas por hechas es tan tedioso como inevitable. Es inherente a la naturaleza humana el quejarse continuamente por todo. Me resulta absolutamente inconcebible que determinados individuos se cuelguen el galón de que nunca jamás incurren en el lamento y la protesta. Sin embargo, acusar a terceras personas de mostrar una actitud pesarosa e irritante vende. En contrapartida están aquellos que tachan de conformistas a los que rara vez manifiestan su descontento. 

Ni una cosa ni la otra, no creo en el superhombre. Ahora bien, nos luciría el pelo mejor si fuésemos capaces de valorar lo positivo que tenemos y desviar el foco de atención a todo lo pernicioso, en cuyo bucle caemos con demasiada frecuencia en una sociedad donde la insatisfacción es la más fiel aliada del espíritu de consumo que se presenta como la única salida a la maltrecha economía.

La gente se cuestiona muy a menudo la existencia de una vida más allá de la muerte obviando la que están viviendo en este momento, por ejemplo. La única condición para no valorar lo que se tiene es tenerlo. Tengo diez, quiero once. Tengo mucho, quiero menos. Estoy tranquilo, me aburro. Me encuentro nervioso, necesito calma.

Investigadores de la universidad de Guelph han llevado a cabo un estudio que confirma que los animales también se aburren al estar confinados en espacios pequeños sin estímulos y que combaten el aburrimiento de manera similar a los humanos.

Se estudiaron dos grupos de visones (especie cercana a los hurones), uno en jaulas pequeñas y otro en jaulas largas y con objetos estimulantes. A ambos grupos se les presentaron estímulos atractivos y otros amenazadores o indeseables.

Los visones que vivían en espacios confinados ingerían más alimentos y pasaban más tiempo acostados u ociosos. Además, se acercaban incluso cuando se les presentaba un objeto peligroso, en búsqueda de un estímulo.

Quien inventó la vida, la creó quizás en un arrebato de insatisfacción o un fuerte ataque de aburrimiento, respondiendo de manera temeraria a un estímulo peligroso y creando un séquito de seres perpetuamente insatisfechos que dan por hecho todo lo bueno que tienen en ella, replican y suplican a voz en grito todo lo que no tienen buscando continuamente impulsos comprometidos que los liberen, aunque solo sea temporalmente de su naturaleza tediosa y apática.