martes, 15 de diciembre de 2015

FERETROTERAPIA


Esta mañana mientras desayunaba leía en el periódico una noticia acerca de una novedosa forma de conseguir que gente estresada y con tendencia suicida reflexionase sobre el sentido de la vida y se replantease la envergadura de sus problemas.

Corea del Sur posee la tasa  más alta de suicidios  del mundo industrializado. Las personas se sienten presas de un alto grado de estrés en el entorno laboral.

Para paliar el problema, el exdueño de una funeraria ha ideado “la terapia del ataúd” que consiste en asistir al propio funeral fingido.

En primer lugar, se viste a los pacientes con una túnica blanca y se les invita a escribir una carta de despedida a sus seres queridos. La sala se inunda de lloriqueos y llantos profundos. A continuación, todos deben abrazar una foto de sí mismos envuelta en un lazo negro e introducirse en un ataúd. Acto seguido, un hombre vestido de negro de pies a cabeza aparece en la sala de terapia y va cerrando uno a uno los ataúdes donde los pacientes permanecerán varias horas reflexionando sobre el sentido de sus vidas.

Para que el efecto sea más  duradero,  se recomienda el visionado de vídeos de personas con enfermedades terminales o muy incapacitantes luchando por aferrarse a la vida antes de introducirse dentro del féretro.

Los que ya se han sometido a esta terapia confiesan sentirse mucho más serenos y en paz consigo mismos.

Si algún día tardo en contestar el teléfono, no os preocupéis,  posiblemente esté celebrando mi propio funeral fingido en casa.

 

 

 

 

jueves, 10 de diciembre de 2015

CAMINO HACIA LA UTOPÍA


Puede ser que algún día se nos abran de una vez por todas los ojos y nos demos por fin cuenta de cuán absurdas son nuestras preocupaciones cotidianas de primer mundo y aprendamos por fin a vivir en el presente, sin proyectar al futuro ni volver la vista atrás, sin compararnos con nadie para salir perdiendo o ganando (no sé cuál de las dos modalidades es más venenosa)

Puede que seamos conscientes de que todo excepto el “ahora” es un mero espejismo y dejemos de temer los peligros en potencia o los fantasmas de antaño.

Puede que en algún momento el mundo se ponga de acuerdo en vivir el momento actual exclusivamente, inspirando y espirando mientras dice ooooooohhhhmm, prolongando mucho la vocal para que sea más efectivo.

Menos probable, pero no descartable (todo tiene solución menos la muerte) es que todos nos cojamos de la mano como hermanos y sintamos la energía positiva fluir a través de nuestra corporeidad, mirando con dulzura a quienes tenemos al lado y sonriendo sin mostrar los dientes, como miran las buenas personas a los transeúntes desconocidos.

Quizás estemos a muy poco de conseguir eliminar todo tipo de barreras que nos separan por clase social, raza, sexo, religión, grado de afinidad o talla de zapatos.

Pero mientras alcanzamos ese estadio evolutivo que todavía  somos incapaces de  vislumbrar, recuerda que ya mismo llega la Navidad, y con ella, se esfuman de un plumazo  todas y cada una de las malas personas, así que no te pongas triste, campeón/a.

¡Menos da una piedra!

jueves, 26 de noviembre de 2015

RESISTIRÉ


Contemplaba el río desde lo alto del puente con las manos agarradas a la barandilla mientras reunía determinación para dar el gran salto.

Había pasado las últimas semanas encerrado en su cuarto releyendo “El mundo como voluntad y representación” de Schopenhauer . No somos más que el voluntad de vivir, un deseo o pulsión insignificante de una fuerza omnímoda que gobierna el universo, una fuerza que obra sin motivo y que se manifiesta en instintos, motivaciones, deseos, pulsiones y tendencias.

No contempló las opciones del arte o el ascetismo que proponía Schopenhauer como salidas. Matar el deseo era la única forma de liberarse de él. Soltar las manos y volar unos segundos antes de dejar de ser parte integrante de esa fuerza omnímoda de la que todos los seres somos prisioneros.

Sentía miedo, no era fácil luchar contra la Voluntad con mayúscula.

La voluntad de vivir siempre nos hace apuntar la pistola hacia el prójimo, girar la boca de la pistola hacia uno mismo es la Contradicción con mayúscula.

Hizo acopio de fuerzas y consiguió soltar una mano.

El puente era un lugar abandonado, una carretera secundaria apenas transitada. ¿Quién iba a acercarse allí un lunes a las tres de la madrugada?

 Le surgieron dudas. ¿De verdad quería soltarse de la otra mano?

Se oyó un murmullo lejano que se acercaba y acabó por convertirse en una canción reconocible. Provenía de un vehículo que se aproximaba.

La escuchaba cada vez con más nitidez en el silencio de la noche. Era la canción “Resistiré” del Dúo Dinámico.

 Giró la cabeza y vislumbró los faros del coche aproximándose al puente. Decidió volver a sujetarse con las dos manos, como si el estribillo de la canción le hubiese convencido de que realmente valía la pena seguir siendo una gota insignificante en el océano de la Voluntad:

Resistiré,

erguido frente a todo,

me volveré de hierro

para endurecer la piel.

Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte,

soy como el junco que se dobla

pero siempre sigue en pié.

 

Hay que haber leído a Schopenhauer para escribir un estribillo así- pensó...

sábado, 21 de noviembre de 2015

REBAÑO CON MIEDO AL FUTURO


Cuando el miedo se apodera de ti, estás perdido.

No es necesario que sea un pavor intenso, basta solo con que se trate de una ligera sensación de incomodidad a la altura del pecho o simplemente una duda con respecto a tu futuro tras un cambio.

Ese miedo moderado sostiene edificios defectuosos con el consiguiente peligro de derrumbe inminente.

El “más vale pájaro en mano”, el “¿dónde voy yo ahora?”, el “más vale malo conocido” es el eje vertebrador de la inmensa mayoría.

La imaginación está hecha de saltos al vacío, de simulacros de asesinato y de suicidios fingidos, de rupturas radicales con el pasado que nunca se producen.

No somos más que cobardes con arrebatos de temeridad, conformistas travestidos de rebeldes.
 
 
 
 
 

martes, 10 de noviembre de 2015

DEMOCRACIA Y ECUANIMIDAD


Conviene tener en mente aquello del “memento mori”  (recuerda que te vas a morir algún día) para relativizar los contratiempos u obstáculos del día a día que a veces te dan la sensación de eternidad al hacerte sentir demasiado vivo. Pocas cosas puede uno afirmar sin riesgo a equivocarse, entre ellas está la del poder democrático de la muerte, la única cosa que de verdad es ecuánime hoy por hoy.

¿Qué le ocurre al cuerpo humano al morir?

La duración del proceso de descomposición varía según el clima y otros factores.

Primero los médicos deben certificar que alguien ha muerto. Escuchan durante un minuto si el corazón está latiendo y toman el pulso también durante un minuto.

Hay que asegurarse de que no esté respirando y revisar las pupilas con una linterna para comprobar que no responden al estímulo de la luz.

Si todavía tienes dudas, puedes frotarle el esternón. Éste es un procedimiento doloroso: si la persona no está muerta, reaccionará en seguida, a causa del dolor.

Cuando el corazón deja de latir, la sangre deja de circular, se espesa y se coagula. Al dejar de circular, comienza a acomodarse por el peso de la gravedad en un proceso conocido como livor mortis o lividez post mórtem.

Sin circulación, el cuerpo comienza a perder temperatura y los músculos se endurecen, en un proceso conocido como rigor mortis.

Este proceso suele iniciarse después de 4 o 6 horas, primero en los músculos más pequeños como los de los párpados o la mandíbula, luego le sigue el cuello, y más tarde los músculos más grandes como los brazos o las piernas. Dura entre 36 y 48 horas, dependiendo de una serie de circunstancias. El frío, por ejemplo, puede alargar el rigor mortis. Pero si uno tiene fiebre cuando muere, se acelera.

Al dejar de respirar, las células ya no se nutren de oxígeno. Sin oxígeno, la mitocondria dentro de las células no puede producir adenosín trifosfato, una sustancia química que cumple una serie de funciones celulares.

En el momento en que la rigidez cadavérica termina, el cuerpo se habrá enfriado a la temperatura del ambiente. La piel de la cabeza y el cuello se decolorarán y se extenderá al pecho, los muslos y el resto del cuerpo.

Las células muertas comienzan a romperse y a liberar toda clase de sustancias -incluidas enzimas- que crean un ambiente ideal para las bacterias y los hongos, que comienzan a descomponer el cuerpo.

Durante el proceso de descomposición, las bacterias despiden una gran variedad de derivados químicos. Dos en particular, la putrescina y la cadaverina, ambas de un olor muy desagradable.

Los rasgos faciales se volverán irreconocibles y el cuerpo comenzará a oler a carne podrida. Después de tres días el gas comienza a acumular las bacterias y, como el cuerpo ya no puede combatir, éstas comienzan a disolver los tejidos. El gas forma burbujas de 2,5 a 5 cm de diámetro en la piel. También se producen compuestos que contienen azufre. El cuerpo puede hincharse y derramar líquido por los orificios.

Como el cuerpo se encoge y la piel se marchita, las uñas de los pies y manos dan la sensación de haber crecido unos milímetros.

El cabello crece muy poco cada día. Pero cuando uno muere este proceso se detiene. Es decir, no es que las uñas crezcan, sino que la piel que las rodea se retrae. Y a medida que se deshidrata, las uñas van pareciendo un poco más largas.

Lo mismo pasa con la piel de la barbilla de un muerto: se retrae y hace que los vellos sean más prominentes.

 

 

 

lunes, 26 de octubre de 2015

FLUCTUACIONES


Heráclito de Éfeso decía que nunca te puedes bañar en el mismo río porque el agua fluye sin pausa y que lo único certero era el continuo cambio.

Y tenía razón. Nada es estático. Todo muta, mejora, empeora, evoluciona, degenera, crece, disminuye, sube, baja, se evapora, se derrite, se solidifica, arde, crece, envejece, muere…

Las relaciones sociales son tan cambiantes como la materia. Y sin embargo, tendemos a pensar en ellas como algo estático.

Esta persona es “mi amigo”, “mi pareja”, “mi enemigo”, “mi vecino”, “mi compañero de trabajo”, “mi jefe”, “mi ídolo”, “mi prototipo”, etc.

Nos gusta poner etiquetas, clasificar la realidad y ordenarla en cajones. Hay personas más metódicas que otras. Algunas meten dentro del mismo cajón relaciones muy heterogéneas llamándolas por el mismo nombre. Otras, en cambio, son unas obsesas del orden y analizan detenidamente cualquier tipo de relación antes de introducirla en cada compartimento.

No es un error clasificar la realidad para poder lograr entender su complejidad de alguna manera. Es inevitable catalogar para interpretar. Es más, quizás sea la única forma de obtener un  cierto grado de comprensión de lo que nos rodea.

El craso error consiste en cerrar los cajones con llave y pretender eternizar lo perecedero, conferir estatismo a lo dinámico.

No. La vida es un pez que resbala de las manos y no la empuñadura de un machete.

Las consultas de los psicólogos están llenas de personas que se empeñan en atrapar truchas con las manos embadurnadas de aceite.

sábado, 24 de octubre de 2015

PRISIONEROS DEL "LICENSING EFFECT"


Todos tenemos una opinión más o menos estática de nosotros mismos acerca de cómo de buenos o malos somos en algo.

Si realizamos una acción que difiera mucho, tanto por exceso como por defecto con el autoconcepto, tendemos a obrar en signo opuesto para compensar.

Por ejemplo, si normalmente como sano y un día me paso, es probable que la siguiente comida sea más saludable de lo normal. O al contrario, si mis hábitos alimenticios son bastante mejorables y un día como algo que considero una opción muy saludable, es muy probable que me recompense con un premio en forma de comida basura en una dosis más alta de lo habitual.

No lo digo yo, lo dicen psicólogos americanos que han acordado llamar a este fenómeno el “licensing effect”  (algo así como “el efecto licencia”) 

Otra cosa que dicen los psicólogos americanos es que no importa si la acción es objetivamente buena o mala, sino cómo la percibimos nosotros.

Repartieron placebo a un grupo de fumadores diciéndoles que era un aporte extra de vitamina C y todos acabaron fumando el doble ese día.

Hicieron lo mismo con un grupo de no fumadores y todos acabaron comiendo algún alimento poco saludable a modo de capricho.

Ambos percibieron que el aporte extra de vitamina C era algo más bueno de lo normal y por lo tanto compensaron con una mala acción para acomodar sus hábitos a su autoconcepto.

No me extraña que la estrategia de manipulación que usa mucha gente sea hacerte sentir mal por algo que les hiciste o dijiste para obtener una prebenda a cambio.

Igual tiene sentido que nos portemos mal en algún momento con alguien a quien hemos tratado excesivamente bien.

La publicidad conoce bien este “licensing effect” y lo usa para vendernos productos.

Diferimos poco de los ratones que se usan en experimentos. Cierto es que poseemos un lenguaje aparentemente complejo y a veces vestimos de traje. Es también verdad que poseemos la capacidad de hacer experimentos con sujetos de nuestra propia especie y que nos pensamos y analizamos a nosotros mismos; pero todos estos espejismos de sublimidad se van al traste cada vez que sentimos la necesidad de hacer caca.

 

 


 

 

jueves, 15 de octubre de 2015

PESADILLA


He soñado con una especie de taller donde había una excursión escolar. Eran niños de primaria, de unos diez años aproximadamente. Los niños estaban situados alrededor de las maquinarias y un hombre desconocido, aparentemente un monitor, les estaba enseñando el funcionamiento de algunos aparatos.
No sabría decir qué fabricaba exactamente el taller pero las máquinas hacían bastante ruido y todas incorporaban cuchillas y sierras para cortar. Lo más probable es que fuese una fábrica de muebles, aunque no recuerdo visualizar ningún mueble en escena.

El ambiente dentro del local era de entusiasmo, curiosidad y descubrimiento. Los niños reían y se desplazaban de un sitio a otro, observando el funcionamiento de los distintos mecanismos de fabricación.

De repente, se oye un fuerte grito. Una de las máquinas está totalmente cubierta de sangre. Un niño ha sido engullido por la misma, pero el monitor ha conseguido parar la máquina antes de que triture los piececitos.

Los niños de alrededor tienen la cara manchada de sangre y lloran aterrados.

El monitor que está junto a la máquina tiene las gafas protectoras manchadas de sangre, no se le ven los ojos.

Me despierto sobresaltado.

Llevo todo el día pensando si el monitor de la pesadilla empujó al niño o fue solo un accidente.

jueves, 24 de septiembre de 2015

DELIRIOS DE GRANDEZA


Quizás una de las verdades más incómodas a las que nos enfrentamos en algún momento de nuestra vida es comprobar que nadie es imprescindible y que uno no es la excepción, claro está.

No sé de dónde nos viene esa tendencia a singularizar y romantizar a todas las personas y cosas que nos rodean. Tal vez no sea más que un antídoto para combatir la angustia de sabernos finitos.

Comprender que uno es un ser de existencia limitada y asimilar la propia finitud es bien diferente. Cuanto más joven se es, menos consciencia de mortalidad se tiene y por ende, más tendemos a creernos insustituibles, por regla general.

Hay grandes egos incapaces de aceptar su  futura desintegración final. En el fondo, deberían causarnos pena.

No hay nada más liberador que admitir que nadie es irreemplazable y mucho más aún reconocer que uno no es estrictamente necesario para nadie. El adquirir consciencia de ser accesorio te concede la oportunidad de ir y venir, entrar y salir y empezar de cero mil veces o las que hagan falta.

En el otro extremo están los esclavos de la trascendencia, siempre subyugados a la necesidad de relevancia.

Es mejor creerse un mero artículo de bazar barato en el que nadie deposita muchas expectativas que considerarse la Torre Eiffel.

jueves, 17 de septiembre de 2015

SALIR AL ESCENARIO


A veces pienso en que la vida es un continuo cambio de escenario para todo el mundo y que el encuentro entre personas en un escenario determinado está profundamente influenciado por el inmediatamente anterior aunque las personas no se den cuenta de ello la mayoría de las veces.

Dicho de otro modo, como me comporto y reacciono en una determinada situación viene determinado en mayor o menor medida por lo que me ha pasado anteriormente.

Como solo somos capaces de ver el escenario actual de las personas que nos vamos encontrando, la socialización es un continuo malentendido. Lo que te dicen o te hacen desprovisto de trasfondo o “precontexto” no se puede entender completamente, por lo que juzgamos constantemente conociendo solo una parte de la realidad e incurrimos forzosamente en el error.

Creo que por eso me gusta tanto la frase esa atribuida a Platón (vete tú a saber si es verdad que lo dijo él) que dice algo así como “sé amable pues cada persona con la que te cruzas está librando una ardua batalla”.

Cada vez admiro más a la gente amable y educada, esa que es capaz de sobreponerse a sí misma y sus circunstancias en todo momento olvidándose del escenario anterior en cada cambio de escena. Algo así como una versión dulce de la hipocresía. La cordialidad, gentileza y afabilidad desprovista de lisonja y adulación. Pequeños actores y actrices, héroes y heroínas del día a día que consiguen cambiar de registro sin contaminarse.

A ellos les dedico esta entrada.

martes, 1 de septiembre de 2015

EL SECRETO DE LA INFELICIDAD


No sé cuál es el secreto de la felicidad pero sí que podría escribir un tratado acerca de cómo ser un perfecto infeliz.

La clave estaría, sin lugar a dudas, en tratar de complacer a todo el mundo en todo momento. Cuando un objetivo tan sumamente elevado se puede condensar en un enunciado simple y fácil de memorizar, se convierte automáticamente en un dogma. “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” es un claro ejemplo. En lo que aquí nos atañe, la máxima sería: “actúa en todo momento según las expectativas del prójimo hacia tu persona”.

El primer axioma te llevará al paraíso en la vida después de la muerte según la religión católica. El segundo te hará un desdichado sin interrupción en esta.

Ambos propósitos tienen el peso suficiente para que uno se esfuerce a toda costa en conseguirlos.

Cioran decía que hacer cualquier cosa para obtener la salvación es “vender el alma a Dios”.

Véndesela. Otra cosa es que te la quiera comprar. Calvino hablaba de la predestinación de las almas. Dios, en su omniscencia, ya sabe quién va a ir al cielo y al infierno.

Pero no nos desviemos del tema en cuestión y dejemos los temas realmente importantes a los teólogos, que para eso tienen su título universitario. Yo quiero explicarte el secreto de la eterna frustración e infelicidad en la tierra y a ti te interesa.

Complace siempre a todo el mundo, haz lo que se espera de ti, no defraudes a nadie, obra como si fueses una marioneta movida por las expectativas y deseos ajenos y conviértete en el marido o la mujer ideal, el hijo ejemplar, el ama de casa prototípica, el hermano perfecto, la amiga que nunca falla o por qué no, el asesino a sueldo que cualquier magnate contrataría.
 
 
 

Ya lo sé, lo que tú quieres es ser feliz. Vaya, ahí no te puedo ayudar mucho. Ya te lo advertí desde el principio. Pero supongo que si haces lo contrario a lo que te he dicho, quizás obtengas algo parecido a la felicidad. No te garantizo una dicha orgásmica pero sí un cierto sucedáneo de bienestar.

Entonces, vamos a negarnos en todo momento a complacer las expectativas que los demás arrojan irremediablemente sobre nosotros. Vamos a matar al prójimo de un tiro por la espalda.
 
 

Lo sé, es imposible matarlos a todos, pero no está todo perdido aún.

Haz lo que te salga del….co… del corazón, intenta regirte por tus propias ideas y convicciones. Aunque claro, las éticas personales corren el riesgo de ser antagónicas porque ser un asesino a sueldo perfecto choca con el “no matarás” tan anquilosado en la moral de tantas personas.

Este… olvídate de lo que he dicho si eres un psicópata, por favor. Esta entrada no va contigo.

A lo que iba, intenta ser consecuente con tus deseos, metas, aspiraciones, ilusiones, anhelos y actuar de acuerdo a tus principios (absténganse desequilibrados y demás perturbados mentales) Tal vez así seas un poco menos infeliz que intentando contentar a todo el mundo a diestro y siniestro o por lo menos harás que tu existencia sea un poco más sosegada.

Easier said than done, que diría cualquier anglófono. Bueno, piensa que no es fácil pero que la otra opción, matar a todo el mundo para que nadie espere nada de ti y convertirte en un ser desprovisto de expectativas ajenas, es imposible.

Quizás te ayude saber que lo más probable es que nadie hable mal de ti en tu funeral.

La muerte tiene eso, que democratiza y tapa las expectativas ajenas frustradas  sobre cada uno de nosotros.

 

 

 

martes, 18 de agosto de 2015

LA MÁQUINA DEL TIEMPO


A nuestro yo racional y pensante le encanta remontarse atrás y adelante en el tiempo. Es más, rara vez se encuentra a gusto en el presente. Por eso, uno acaba por ser víctima de su propia capacidad de pensar que lo diferencia de los animales la mayoría de las veces y la vida transcurre entre recuerdos y planes futuros.

No se trata precisamente de arrebatos de nostalgia en los que rememoramos sucesos placenteros o simpáticos de nuestro pasado remoto o reciente mientras esbozamos una sonrisa ni de proyectar ilusiones futuras y cargarse a la espalda proyectos ilusionantes que nos despierten de la cama con ganas de comernos el mundo cada mañana.

Se trata más bien de traumas del ayer que nos asaltan en cuanto bajamos un poco la guardia o de preocupaciones de que algo vaya mal si es que todo iba bien o  de que algo vaya a peor si es que ya iba mal.

No es pesimismo, es la naturaleza del miedo, una emoción necesaria para la supervivencia. Una vez leí en algún artículo la ridícula fracción de tiempo que viviría un ser humano que estuviese totalmente desprovisto del mecanismo del miedo, no recuerdo con exactitud la cifra pero era en todo caso una nimiedad.

El miedo garantiza la prudencia, la sospecha y la cautela a la hora de transitar por la selva de la vida. El miedo hace correr a la cebra cuando advierte el peligro de un depredador cercano.

Pero nuestros miedos en nuestra sociedad moderna son en su mayor parte especulaciones a lo que pueda acontecer o el eco de un mal ya acontecido. A pesar de no tratarse de miedos fundamentados en el presente, la reacción física del cuerpo ante un miedo real y un miedo imaginado es exactamente idéntica.

La ansiedad contemporánea la provoca una entelequia, un fantasma, un espejismo, una proyección, una posibilidad hipotética.

Es el precio a pagar por la evolución del pensamiento y el ser capaz de desplazarse cronológicamente con la mente como si tuviésemos una máquina del tiempo maldita que se empeña en hacernos sufrir.

lunes, 29 de junio de 2015

¿DE VERDAD CREES EN EL DESTINO?


Nos gusta pensar que lo que ocurre obedece a una lógica o tiene algún tipo de sentido y pertrechados de nuestra razón humana que encorseta todo lo que percibimos dentro del  parámetro causa-efecto, nos empeñamos en ver causalidad donde a lo mejor no la hay.

Me explico. Me estoy refiriendo a ese arrebato de justicia divina que nos da cada vez que consideramos que se ha cometido una injusticia con nosotros o con alguien a quien estimamos.

-“No te preocupes, el tiempo pone a cada cual en su sitio”.

-“¿Cómo puede existir semejante ser tan pérfido e insensible? Seguro que acabará mal por todo el daño que está haciendo a quien le rodea”.

Nos volvemos unos auténticos deterministas pensando que todo lo que ocurre tiene que ser solo de esta forma y que no existe el libre albedrío, todo obedece a un plan. Nos gusta rozar el providencialismo pensando que a cada cual le llegará su merecido en base a lo establecido por una fuerza justiciera que no descansa jamás aunque a veces se empeñe en mostrarse ausente.

-“Tú no te apures, que lo que esté para ti, no te lo quita nadie”.

¡Ay! ¿Quién es el que decide el lugar de cada cual y lo que nadie te puede arrebatar por ser tuyo antes de que empezases a existir? ¿Acaso todo lo que nos sucede es lo que nos merecemos? ¿No existe la “casualidad” y el azar? ¿Todo es “causalidad”?

Esta forma de pensar no son más que postulados prácticos que elevamos a la categoría de máxima universal irrevocable: “El que la hace, la paga”.

Parecemos olvidarnos de que el hecho de que un suceso preceda a otro no necesariamente implica que sea su causa. Si veo un gato negro y más tarde me atropella un coche, solo un ingenuo supersticioso culparía al inocente minino del accidente.

Y sin embargo, nos gusta pensar que existen castigos para nuestros verdugos, que  de aquí nadie se va sin recibir  “lo suyo”, como si en nuestras fugaces existencias  pudiésemos sentirnos dueños de algo (¿qué es tu esperanza de vida de ochenta y pocos años frente a la eternidad?)

Quizás lo que empezó como un bálsamo o un consuelo, lo fuimos disfrazando de lógica y finalmente caímos en la trampa de elevarlo a verdad incuestionable.

Por eso a mí, cuando alguien invoca a esa justicia universal que castigará o premiará una mala o buena acción diciendo: “al final todo acabará dando sus frutos”; me gusta añadir una inocente disyuntiva y aguar la fiesta: “o a lo mejor no”

miércoles, 10 de junio de 2015

BUSCARSE LA VIDA



Cuando entré en la carrera, el primer año tuve que elegir un segundo idioma y como me caía bien Marlène Mourreau, elegí francés.
En el folleto explicativo de la programación ponía que la asignatura “Lengua y Literatura Francesas” se impartiría progresivamente en francés según se fuese avanzando en el estudio del idioma.

Como yo no sabía ni decir “ventana” en francés, aluciné en colores cuando en la primera clase de literatura francesa, un señor bajito con aspecto de intelectual, comenzó a leer “La Caída” de Albert Camus en francés.

Como era de esperar, nadie podía seguir las clases  porque la mayoría solo habíamos estudiado inglés en el instituto, así que el profesor nos tuvo que dejar en reprografía una fotocopia en versión bilingüe francés-español para las clases sucesivas y así poder pasarse las horas leyendo a Camus y quejándose de lo mala que era la traducción.

A veces echo de menos mi precariedad laboral.

Antes de lanzar todo tipo de improperios sobre mi persona, dejadme explicar el porqué.

Cuando terminé la carrera y no tenía trabajo fijo me hice cursillista y cazador de becas, y la verdad que mi vida era pura incertidumbre y aventura. Esta fase de mi vida fue la que más me curtió con diferencia.

Primero me fui a Irlanda del Norte con una beca-trabajo a enseñar español, y tanto me gustó la experiencia que cuando se me acabó y tuve que volverme a España, volví a solicitar la misma beca, pero esta vez para Francia.

A pesar de haber asistido a las clases del pedante trajeado que leía a Camus en voz alta, no aprendí mucho francés en la facultad. Tuve que irme a Irlanda y rodearme de franceses para hacerme el oído un poco. Los franceses hablan francés a la perfección pero lo que es el inglés…

Tanto oírlos hablarme en inglés con la estructura del francés me ayudó a forjar una base del idioma y dos años más tarde solicité el puesto de auxiliar de conversación en Francia, como ya sabéis.

El sueldo era de 700 euros aproximadamente, pero en el instituto donde daba clases, el director nos ofreció a mí y al auxiliar de conversación de alemán un apartamento para profesores que iban a demoler al año siguiente (dato importante a tener en cuenta para que os hagáis una idea del estado del inmueble)

Así fue como me hice “okupa legal”, porque la verdad, cuando entramos en el piso vacío (sin nevera, sin muebles, sin lavadora) fuimos indignados a “quejarnos” al director.

Bueno, mi francés rudimentario de inmigrante recién llegado de por aquel entonces no daba para sacarle los colores al director, así que lo único que pude decirle fue:

-Il n´y a pas de meubles, pas de lit, pas de machine à laver, pas de frigo, monsieur! (Mire usted, no hay muebles, ni cama, ni lavadora ni frigorífico)

Monsieur le proviseur” tenía una dicción muy buena y una educación, corrección política y capacidad de convicción digna de todo un  “afrancesado”, así que sonó muy convincente cuando nos dijo que era todo lo que nos podía ofrecer y que si no estábamos conformes que buscásemos una habitación para estudiante o un piso de alquiler cuyo precio rondaba los 600 euros en el barrio más modesto, aproximadamente.

Así que salimos del despacho de dirección pronunciando al unísono “merci beaucoup, vous êtes très gentil”

Tener un sueldo precario y un apartamento desamueblado a punto de ser derruido solo te conduce a un sitio: IKEA.

Compramos un par de mesitas auxiliares de a “nueve euros la unidad”, cojines de “a euro” y montamos una especie de “tetería en el salón”. Luego compramos cada uno un colchón que tuvimos que transportar en el tranvía ante la mirada atónita de todos los pasajeros, y poniendo cara de animalitos abandonados conseguimos que los vecinos nos prestasen una cafetera y un hornillo.

 También conseguimos un par de pupitres y de sillas del instituto y a veces el “surveillant “nos daba algo de comida.

Pero nos dio un ataque de pánico cuando nos dimos cuenta de que no teníamos donde enfriar las cervezas para las fiestas porque la vulgaridad de no tener  donde conservar la comida se podía sobrellevar más o menos pero eso de no poder beber cerveza bien fría lo llevábamos fatal.

El problema lo solucionamos llenando el balcón de litronas y latas de cerveza, porque reparamos que en la calle hacía más frío que en el cumpleaños de Pingu, por lo tanto  ¿qué sentido tenía montar aquel drama por un superfluo frigorífico?

El alemán que compartía piso conmigo era pintor y llenó de dibujos todas las paredes de la casa, yo contribuí escribiendo citas famosas y letras de canciones.

La comida la sacábamos de la cantina escolar ya que las carillas de perros pachones de ojos tristes y llorosos nos hacían irresistibles. Hasta nos ofrecieron una tarjeta de estudiante para comer un menú de lunes a viernes (nos apadrinaron como a unos niños del tercer mundo, prácticamente). Los fines de semana malcomíamos y tomábamos “jus d´orge” (zumo de cebada)

El piso era una sucesión ininterrumpida de fiestas. La vecina del piso de abajo era cocinera de la cantina del instituto y no nos podía ni ver. El alemán decía que a lo mejor era que no podía dormir, yo decía que era envidia de la mala de ver lo bien que nos lo pasábamos.

La ropa la lavábamos en la bañera porque el concepto de ir a la lavandería y echar monedas nos quedaba muy burgués (por cierto, es una falacia lo del detergente a mano sin frotar)

En todos sitios decíamos que éramos estudiantes mostrando cualquier tarjeta de lo que fuera con tal de que no estuviera en francés (yo conseguí el abono de metro barato exagerando mi acento español  y prometiendo que acababa de matricularme en un curso de francés pero no tenía aún el carnet de estudiante. Mentira, no pisé una academia)

Un salario precario en un país caro agudiza el ingenio, os lo garantizo.

Pues eso, a veces echo de menos la aventura y la incertidumbre y el tener que “buscarse la vida” cuando uno  está empezando a vivir y a conocer el mundo.

 

 

 

 

 

martes, 2 de junio de 2015

POR FAVOR, SONRÍA A LA CÁMARA


El hombre es un ser que aun sabiéndose finito y mortal, considera que vivir vale la pena.

Y para notar su existencia, la mayoría de las veces intenta impresionar a los demás. La apariencia como válvula de escape a esa verdad incómoda antes mencionada o simplemente como respuesta al aburrimiento. No sé qué hacer con mi vida para darle sentido, así que voy a hacer creer a los demás que mi vida bien vale la pena ser vivida.

El fariseo toca la trompeta para anunciar a todos los que le rodean que va a hacer una buena acción y tú gritas a pulmón lleno cómo vive tu “Yo Feliz”.

¡Me voy de viaje a Marte! ¡Tengo un descapotable color camuflaje! ¡Me he comprado un castillo! ¡Voy a dar a luz a un futuro cirujano plástico! ¡Mi madre era gladiadora de renombre! ¡Mira qué anillo de diamantes me ha comprado mi segundo marido por el cual dejé al primero! ¡Ya tengo el diploma de desenladrillador que desenladrilla!

Es necesario hacer creer a los demás que eres feliz como una perdiz. Quieres ser admirado y con un poco de suerte envidiado.

La mejor forma de combatir la envidia es suscitarla.

Lo exógeno determina tu modus vivendi  y te hace prisionero de la necesidad de aprobación constante.

La pose, el artificio, el fingimiento, la apariencia, el proyectar buen rollo y buena onda...

Que nadie se entere de que a veces te aburres como una ostra en tu sillón de mimbre y mucho menos que eres humano. Disimula y di que vienes de un planeta lejano.

Tú no lloras de pena, solo lloras de alegría, como la virgen cuando ve a su hijo resucitado y lo reconoce por las cicatrices en las manos y el costado.

Sonríe siempre a la cámara (metafórica o real), tú sonríe y oculta tu verdadero estado de ánimo. 

Una buena capa todo lo tapa.

miércoles, 27 de mayo de 2015

JUGANDO A SER DIOS


En las tardes calurosas de verano, de pequeño, a veces, me gustaba jugar a ser Dios en el patio de mi casa. Reconozco que era uno de los juegos que menos ilusión me hacía a pesar de que suene a algo tan transcendental y que me decantaba por él cuando estaba aburrido de hacer otras cosas.
Consistía en localizar un foco de hormigas y utilizar mi ventajosa posición descomunal con respecto a ellas para dar rienda suelta a mis caprichos: aplastar a una, quitarle la carga a otra, aislar totalmente a otra, mandar una inundación arrojando un potente chorro de agua por la boca o recompensarlas con manjares (cáscaras de pipas o migajas de pan)
 Era una especie de Zeus caprichoso o de Yahvé en los capítulos más negros del Antiguo Testamento. Sin embargo, mi poder con respecto a ellas era limitado  ya que nunca pude pedirle a ninguna de ellas que sacrificara a su hija en señal de fe y comprobar si existía entre ellas un Abraham fanático de su deidad opresora y veleidosa de apenas ocho años de edad, toda una eternidad para una hormiga, pensándolo fríamente.
Contrariamente a la idea de omnipotencia que las hormigas pudieran hacerse de mí, no era más que un cutre titán infantil aburrido que mataba el tedio.
Cuando presencio alguna injusticia en forma de desastre natural, no puedo evitar pensar en el paralelismo entre la posible fuerza creadora del universo y mi supremacía con respecto a las hormigas.
A lo mejor esa fuerza no es más que un descomunal gigante mortal que busca distraerse un rato con nosotros. Tal vez no seamos más que hormigas que visten de traje en ocasiones especiales.
¿Seremos solo un juego estival de niño hastiado?

lunes, 6 de abril de 2015

LA CIUDAD

Apenas unas fracciones de segundo para mirar a los ojos del que se cruza y demostraros que ambos existís y sois seres visibles. Porción diminuta de tiempo que demuestra que no sois más que eso: dos desconocidos que se toparon por casualidad.
La desatención cortés como mecanismo para demostrar al extraño que es algo más que una entelequia o un holograma provisto de frustraciones y anhelos.
Interacción no focalizada para encontrar tu sitio dentro de la masa, en la aglomeración de cadáveres en potencia, de juventud, vejez y mediana edad ordenada en guetos.
El gesto neutro mostrando indiferencia para evitar el conflicto. Atrezzo humano de carne y hueso que te circunda. Manojos de nervios o sacos de tedio.
Extraños de existencia transitoria que se esfuman permaneciendo en el anonimato, diluyéndose en el trasiego.

domingo, 8 de marzo de 2015

MÁS FELIZ QUE UNA PERDIZ


¿Quién es más feliz, el que se esfuerza a toda costa por exteriorizar en todo momento que la vida le sonríe o el aséptico que nunca habla de sus emociones en público?

¿Quién disfruta más de la vida, el que come jamón de bellota a diario o el que solo se puede permitir un capricho culinario de vez en cuando?

¿Está más próximo a la dicha el que se da golpes de pecho por toda la adversidad a la que ha hecho frente en el pasado saliendo airoso de ella o el que no tiene ningún acontecimiento importante en los anales de su historia que narrar a los demás?

¿Quién es más feliz, el que se toma un café de un euro cerrando los ojos al sol de la tarde que lo baña o el que organiza fiestas con la alta sociedad en su ático en primera línea de playa?

¿Es más feliz el que espera mucho de la vida o el desencantado que va improvisando y se conforma con lo poco que tiene? ¿Es más feliz el que viste de marca o el que viste de mercadillo?

¿Es bueno fiarse del que sonríe en todo momento a modo de bálsamo o del que posee registros de estado de ánimo variable?

¿Si la felicidad está en las cosas pequeñas, por qué todo el mundo admira la grandeza?

¿Quiero dinero para pagar el bien más preciado por escaso: tiempo en el que no tenga que trabajar?

¿La felicidad no existe como entidad objetiva aparte? ¿La felicidad es relativa y por lo tanto, como un virus que muta para propagarse?

¿La felicidad es simplemente buena salud y mala memoria?

¿La felicidad es la negación de la infelicidad? ¿No sé qué me hace feliz al cien por cien pero sí lo que me hace infeliz y combatiendo la infelicidad, consigo sentirme un poco más dichoso o menos desdichado y más digno de seguir viviendo de esa forma?

¿La felicidad tiene un componente dogmático y de autosugestión: si creo que algo me hará feliz, posiblemente lo consiga, al menos temporalmente?

¿La felicidad se contagia a veces y en ocasiones nos aleja de los demás? ¿La felicidad es ser envidiado por el prójimo?

¿La felicidad es un psicotrópico que engancha y crea tolerancia (cada vez necesito más para conseguir el mismo efecto)?

¿La felicidad aburre si es muy prolongada? ¿Comer perdices a diario acabaría por convertirnos en seres desgraciados abocados a comer perdices a diario?
¿Todo el mundo busca la felicidad como un borracho busca su casa sabiendo que está en algún sitio?


martes, 3 de marzo de 2015

NARCÓTICOS, BARBITÚRICOS Y ESTUPEFACIENTES SIN PRESCRIPCIÓN MÉDICA.


El humano es un ser arrojado al mundo. La frase no es mía. La he leído en algún sitio recientemente pero no recuerdo dónde. Estamos condenados a existir a sabiendas de que somos finitos y algún día dejaremos de estar aquí. Esa es la única certeza que tenemos. Vivimos a sabiendas de que algún día moriremos y mientras llega o no llega lo irremediable (podría ser mañana, dentro de cinco minutos o de veinte años, he aquí el misterio de la vida) tenemos en mayor o menor medida eso que llamamos libertad para actuar de acuerdo con nuestros deseos o principios, siempre dentro de un marco limitado.

 
 
¿Qué hacemos con nuestra libertad? Las opciones, si bien limitadas, son muy variadas y van desde comer bollería industrial en cantidades industriales hasta reventar como la bomba de Hiroshima (llenarte de carbohidratos y grasas trans para combatir el vacío existencial y el nihilismo) hasta perseguir la espiritualidad más absoluta y convertirnos en éter (metafóricamente hablando, porque siempre se nos escapará algún que otro pedo, por mucho que nos empeñemos en contenerlo)

Como seres corpóreos con flatulencias, tenemos deseos concupiscentes y podemos dedicarnos tanto a satisfacerlos en cuanto se presenten (estas sardinas asadas tan ricas  “pa mi polla”, que diría un buen granaíno) o a negar nuestra corporeidad o filosofar acerca de nuestra propia existencia y dedicarnos a buscar la verdad absoluta. En cualquier caso, algún día, todo habrá acabado.

Hoy quiero escribir un artículo dedicado a los narcóticos. No a las sustancias nocivas o estupefacientes que nos evaden dañando la salud al mismo tiempo, sino a las acciones cotidianas inocuas y cutres salchicheras que nos ayudan a escapar momentáneamente de la sensación de finitud que cae sobre nuestras espaldas desde el momento en que adquirimos consciencia de nuestra existencia.

Son esas pequeñas trivialidades que nos distraen a diario y nos provocan sensación fantasma de inmortalidad porque desvían nuestra atención y nos hacen ser unos seres inconscientes de nuestra trasitoriedad. Pueden ser, en el fondo, cualquier cosa que nos distraiga: un crucigrama, la planificación de una fiesta o un viaje, una discusión acalorada, un paseo por el campo, un partido de fútbol o una excursión al cine, rezar el rosario o saltar a la comba, cantar bajo la ducha o comer pipas, ayudar a los demás o poner a la vecina del cuarto a caer de un burro llamándola puta aunque no haya conocido varón, trabajar  hasta el agotamiento o rascarnos la barriga viendo telebasura, sacarnos mocos o ir a misa los domingos, esculpir nuestro cuerpo en el gimnasio o criar barriga y cartucheras, comer en casa de los suegros el fin de semana o ir de putas, tomar anís a palo seco o un zumo natural de fruta orgánica.

 La vida es en el fondo una distracción, un continuo desvío de atención de una verdad incómoda, un continuo autoengaño. La vida es una charada o una broma pesada.

Una aclaración: ni estoy deprimido, ni me estoy planteando el suicidio. Eso sí, últimamente me ha dado por leer filosofía.

miércoles, 18 de febrero de 2015

"BAKALAO" PERO NO CON TOMATE.


Los que fuimos adolescentes en los 90 pensábamos que el ser humano no podía evolucionar más en cuanto a tendencias musicales porque con el “bakalao” habíamos llegado al tope de lo guay y de lo fiestero, no se podía ser más chachi y mirábamos a las generaciones anteriores como a carcas que escuchaban música sin ritmo mientras nosotros acumulábamos recopilaciones del Máquina Total. Hoy me ha dado por echar la vista atrás y ver algunos videoclips, entre ellos este, de Mo-Do. Nadie lo conocía por el nombre, si querías pedirle la canción al DJ tenías que tararearla. Aquello de una canción con tres frases sin verbo y sin sentido en alemán intercalando la preguntita “Was ist das?” (¿Qué es eso?) sonaba a puta vanguardia de la hostia. La verdad sea dicha, el bakalao es de una cutrez y un mal gusto magistral. Pero era lo que se llevaba, al igual que los pelos cardados en los ochenta. Aquí os dejo el video de una de las canciones que marcó la adolescencia de los treintañeros  que ven venir de cerca los 40. No sintáis vergüenza ajena, pensad que en aquella época molaba un “güevo”  y  además, por lo menos podemos decir que pertenecemos a una generación, la del bakalao , que la prefiero mil veces a la generación actual “reguetonera".
 
 
 

Dejaba atrás mi infancia y me hacía adulto mientras sonaba en la radio "Zombie" de los Cramberries, Mariah Carey debutaba con su "Without you", Los Big Mountain estaban a todas horas con el "Baby, I love your way", los Pet Shop Boys se salían con el "Go West", Ace of Base con su "Happy Nation" que me sabía de memoria a pesar de que mi nivel de inglés por aquel entonces era equiparable al de Mario Vaquerizo, Roxette y su "Sleeping in my car" y un largo etcétera. Seguro que te suenan.
 
 
Menos mal que tengo hemanos mayores y estuve expuesto a música de otros tiempos. Gracias a mi hermana, era el único del cole que sabía quiénes eran CC-Catch y los Modern Talking (este vestigio de los ochenta era desconocido para la mayoría de mis compañeros de pupitre antes de que tuvieran un "revival" allá por el año 2000) por no mencionar a Perales que me gustaba también porque lo cortés no quita lo valiente y me sabía (y me sé aún) casi todas sus canciones, pero con aquella edad no me atrevía a decirlo, antes bebía orines.


Luego estaba la vena petarda rollo Adamo, Camilo Sesto, Pimpinela, Julio Iglesias, Junco, Mari Trini y un largo etcétera de grupos y cantantes que les eran en su mayor parte absolutamente desconocidos a la mayoría de los de mi generación y que heredé directamente de mi hermana gracias a sus cintas de casete de mercadillo que grabábamos en nuestro "superradiocassette" de doble pletina ¡que era lo más! Contemplábamos atónitos cómo copiaba un álbum que tenías que escuchar de seguido por narices si no querías estropear la copia y alucinábamos en colores cuando conseguíamos una cinta de un álbum de algún cantante que dábamos por descatalogado por pertenecer a la época de la caída del imperio romano en algún rastro.
 

Recuerdo que en el “revival” que tuvo Camilo Sesto a principios del 2000, mis amigos no salían de su asombro cuando ponían “Vivir así es morir de amor” en el bareto de turno y comprobaban que me sabía la letra de pe a pa. Ese era sin duda el legado de mis hermanos mayores.

Soy de la época de los “walkman” o de los “juanma” como decía mi vecina que se los encargó a su hija para que me los trajera del viaje de novios de  Canarias, que allí eran más baratos.

-¡Ea, ya se va a poner los “juanma” pa´ no sentirnos!
 
 
 

Aquel artilugio cuya fuente de alimentación era a pilas salía por un ojo de la cara porque las alcalinas valían un huevo y las que no lo eran, las Cegasa, duraban tres canciones y media si subías mucho el volumen, así que si no te gustaba una canción, había que hacer uso del bolígrafo para “pasarla palante” y ahorrar energía. Y si te gustaba, ídem de lo mismo, pero a la inversa, rebobinado manual, y probando de vez en cuando para no pasarte la canción. Nosotros inventamos la ecología y el ahorro energético sin quererlo.

La contrapartida era un bulo que circulaba y que aseguraba que las pilas descargadas se volvían a cargar si las metías en el congelador un tiempo, así que toda mi familia ha estado expuesta a material radiactivo gracias a mí.

¡Ay! Cómo decía Carina: “Echar la vista atrás es bueno a veces (uh uh uh)” y la verdad es que me he reído un montón yo solo escribiendo y recordando aquellos maravillosos años.