miércoles, 18 de febrero de 2015

"BAKALAO" PERO NO CON TOMATE.


Los que fuimos adolescentes en los 90 pensábamos que el ser humano no podía evolucionar más en cuanto a tendencias musicales porque con el “bakalao” habíamos llegado al tope de lo guay y de lo fiestero, no se podía ser más chachi y mirábamos a las generaciones anteriores como a carcas que escuchaban música sin ritmo mientras nosotros acumulábamos recopilaciones del Máquina Total. Hoy me ha dado por echar la vista atrás y ver algunos videoclips, entre ellos este, de Mo-Do. Nadie lo conocía por el nombre, si querías pedirle la canción al DJ tenías que tararearla. Aquello de una canción con tres frases sin verbo y sin sentido en alemán intercalando la preguntita “Was ist das?” (¿Qué es eso?) sonaba a puta vanguardia de la hostia. La verdad sea dicha, el bakalao es de una cutrez y un mal gusto magistral. Pero era lo que se llevaba, al igual que los pelos cardados en los ochenta. Aquí os dejo el video de una de las canciones que marcó la adolescencia de los treintañeros  que ven venir de cerca los 40. No sintáis vergüenza ajena, pensad que en aquella época molaba un “güevo”  y  además, por lo menos podemos decir que pertenecemos a una generación, la del bakalao , que la prefiero mil veces a la generación actual “reguetonera".
 
 
 

Dejaba atrás mi infancia y me hacía adulto mientras sonaba en la radio "Zombie" de los Cramberries, Mariah Carey debutaba con su "Without you", Los Big Mountain estaban a todas horas con el "Baby, I love your way", los Pet Shop Boys se salían con el "Go West", Ace of Base con su "Happy Nation" que me sabía de memoria a pesar de que mi nivel de inglés por aquel entonces era equiparable al de Mario Vaquerizo, Roxette y su "Sleeping in my car" y un largo etcétera. Seguro que te suenan.
 
 
Menos mal que tengo hemanos mayores y estuve expuesto a música de otros tiempos. Gracias a mi hermana, era el único del cole que sabía quiénes eran CC-Catch y los Modern Talking (este vestigio de los ochenta era desconocido para la mayoría de mis compañeros de pupitre antes de que tuvieran un "revival" allá por el año 2000) por no mencionar a Perales que me gustaba también porque lo cortés no quita lo valiente y me sabía (y me sé aún) casi todas sus canciones, pero con aquella edad no me atrevía a decirlo, antes bebía orines.


Luego estaba la vena petarda rollo Adamo, Camilo Sesto, Pimpinela, Julio Iglesias, Junco, Mari Trini y un largo etcétera de grupos y cantantes que les eran en su mayor parte absolutamente desconocidos a la mayoría de los de mi generación y que heredé directamente de mi hermana gracias a sus cintas de casete de mercadillo que grabábamos en nuestro "superradiocassette" de doble pletina ¡que era lo más! Contemplábamos atónitos cómo copiaba un álbum que tenías que escuchar de seguido por narices si no querías estropear la copia y alucinábamos en colores cuando conseguíamos una cinta de un álbum de algún cantante que dábamos por descatalogado por pertenecer a la época de la caída del imperio romano en algún rastro.
 

Recuerdo que en el “revival” que tuvo Camilo Sesto a principios del 2000, mis amigos no salían de su asombro cuando ponían “Vivir así es morir de amor” en el bareto de turno y comprobaban que me sabía la letra de pe a pa. Ese era sin duda el legado de mis hermanos mayores.

Soy de la época de los “walkman” o de los “juanma” como decía mi vecina que se los encargó a su hija para que me los trajera del viaje de novios de  Canarias, que allí eran más baratos.

-¡Ea, ya se va a poner los “juanma” pa´ no sentirnos!
 
 
 

Aquel artilugio cuya fuente de alimentación era a pilas salía por un ojo de la cara porque las alcalinas valían un huevo y las que no lo eran, las Cegasa, duraban tres canciones y media si subías mucho el volumen, así que si no te gustaba una canción, había que hacer uso del bolígrafo para “pasarla palante” y ahorrar energía. Y si te gustaba, ídem de lo mismo, pero a la inversa, rebobinado manual, y probando de vez en cuando para no pasarte la canción. Nosotros inventamos la ecología y el ahorro energético sin quererlo.

La contrapartida era un bulo que circulaba y que aseguraba que las pilas descargadas se volvían a cargar si las metías en el congelador un tiempo, así que toda mi familia ha estado expuesta a material radiactivo gracias a mí.

¡Ay! Cómo decía Carina: “Echar la vista atrás es bueno a veces (uh uh uh)” y la verdad es que me he reído un montón yo solo escribiendo y recordando aquellos maravillosos años.

martes, 17 de febrero de 2015

PRIORIDADES


¿Quieres saber qué es para ti lo fundamental? Imagínate que te queda una hora de vida ¿qué harías? Con esta pregunta, un filósofo francés cuyo nombre no recuerdo pretende hacernos reflexionar sobre cuáles son nuestras auténticas prioridades.

Hombre, como arma reflexiva está muy bien, supongo; pero yo, si de verdad me quedara una hora de vida, la dedicaría a hacerme caca encima, porque teniendo en cuenta lo aprensivo e hipocondríaco que puedo llegar a ser, me visualizo mirando al techo paralizado y ojiplático.

Si el dolor de un simple padrastro en el dedo índice me hace descender al noveno círculo del infierno que describió Dante en la Divina Comedia (allí junto a Judas Iscariote y Bruto y Casio, los asesinos de Julio César, jugando a las palabras encadenadas con ellos) no quiero ni pensar qué sería de mí si me comunicaran que sólo dispongo de sesenta minutos más.

 
En cualquier caso, si a vosotros os vale el ejercicio revelador de prioridades, ahí lo tenéis. Yo, prefiero quedarme con la duda de saber qué es lo que realmente me importa en esta vida, aparte de no saber cuándo se me va a acabar. Quizás sea eso lo que de verdad me importa, no saber mi fecha de caducidad, si es que eso se puede considerar prioridad de alguna manera.

“Je ne veux pas savoir” (No quiero saber) como me dijo mi tutora con la que trabajé en Francia como auxiliar de conversación en lengua española un año, cuando la llamé desesperado desde Londres porque había perdido el vuelo a Lyon y no sabía cuándo iba a llegar al liceo.

“Cela ne me regarde pas, desolée” (No es asunto mío, lo siento)

Esa fue una de las primeras bofetadas laborales que a mis tiernos 23 añitos me hicieron despertar del semiletargo.

Aunque la maldije, hoy por hoy le agradezco enormemente que se desentendiese de mí por todo lo que me vi obligado a aprender.

Y allí estaba yo, en un Bed and Breakfast cercano al aeropuerto de Londres en el que me vi forzado a invertir los ahorrillos  que tenía por haber perdido la conexión del vuelo a Lyon, chapurreando a duras penas un francés macarrónico con el que me embarcaba en aquella aventura gala para explicarle a la buena “madame” que no había sido mi culpa que se hubiese retrasado uno de los vuelos con un vocabulario de unas 300 palabras incluyendo el “Voulez-vous coucher avec moi ce soir?” que todo el mundo conoce aunque no sepa ni papa de francés.

Como ella se había comprometido a recogerme del aeropuerto de Lyon, yo me despreocupé de todo. No había internet por aquella época. No era tan fácil moverse como ahora. Hasta tuve que inventarme una historia para que me dieran algo de pan en la cafetería para cenar porque no aceptaban mi tarjeta de crédito y no había cajeros automáticos en veinte kilómetros a la redonda. Hubiese bastado con contarles la verdad para que me hubieran ofrecido algo de comer sin necesidad de decirles que era vegano (tras examinar escrupulosamente todo el menú y comprobar que todos los platos llevaban carne), pero mi inexperiencia juvenil me empujó a la picaresca.

Ahora eso sí, esto me llega a pasar ahora con lo que la vida me ha enseñado y le cae a la “madame” una buena. ¡Qué rabia me da haber sido tan ingenuo e inexperto en aquella época!

Non, je ne veux pas savoir! No quiero saber lo que me depara la vida. Prefiero el misterio y la intriga. Así que, supongo que al final el ejercicio de figuración ha dado sus frutos desvelándome que prefiero lo ignoto y la sorpresa, o si preferís, el lavarme las manos, al igual que hizo mi tutora francesa porque mi fecha de caducidad “ne me regarde pas” , es decir, no es asunto mío.

 

 

 

lunes, 16 de febrero de 2015

ANTOJOS EXCÉNTRICOS


Si hay un rasgo de mi personalidad innegable es el poder de observación. Resulta contradictorio que aún siendo bastante despistado, a veces no puedo evitar centrarme en detalles que otros obviarían por completo o  les pasarían desapercibidos.

Hace unos días no pude evitar observar en una cafetería a una mujer que estaba tomando el almuerzo a deshoras, me llamó la atención que estuviese comiendo a la hora del café y  mi mente peliculera no pudo evitar inventarse una historia para justificar el porqué aquella señora se empeñaba en desafiar la convención culinaria y almorzar tan tarde. Pero esa es otra historia.

Lo que no pude eludir  fue quedarme absorto examinando cada uno de los gestos de aquella mujer. Analizar cómo cortaba la carne y la delicadeza y habilidad con la que manejaba los cubiertos junto a la elegancia con la que masticaba cada bocado era todo un festín para cualquier observador que se precie. Mirarla eran ganas de ponerse a comer.

Ya sabéis que mi infancia estuvo marcada por los caprichos culinarios. De niño era algo así como un tirano de la cocina y podía pasar temporadas prácticamente sin comer o bien ingiriendo sólo un tipo de alimento hasta aborrecerlo. Os invito a aquellos que leáis el blog por primera vez a leer una entrada antigua que titulé “Obsesiones” donde narro uno de estos episodios en los que decidí que sólo quería comer sanjacobos.

Contemplar el espectáculo de la “lady almuerzo-merienda” me remitió a un episodio de mi infancia.

Ese día llegué del colegio a casa y nada más ser recibido por mi madre, dije:

-Quiero pan y aceite.

Mi madre, indefensa ante los caprichos de un sátrapa mocoso, obedeció sin rechistar.

-Este pan está muy bueno. ¿Te preparo un bocadillo?

-No, necesito un plato de plástico.

Mi madre, que estaba más que acostumbrada a mis excentricidades, no opuso la más mínima resistencia y consiguió un plato de plástico. Mejor eso a tener que aguantar cómo le daba vueltas a la cuchara o jugaba con el tenedor si me obligaba a comer lo que hubiera preparado para ese día.

Una vez conseguí a golpe de exigencia las tres cosas que mi veleidosa naturaleza de niño autócrata reclamaban como si se tratase de un derecho fundamental innegable, me dirigí al patio y me senté en el suelo.

A continuación, vertí unas cuantas gotas de aceite de la alcuza en el plato de plástico y comencé a despedazar el pan con las manos bajo la mirada de mi madre.

Luego, mojé toscamente las sopas en el plato de aceite y engullí como un bruto cada una de las sopas mientras me caían las migajas de pan en el jersey.

Lejos de asombrarse o de regañarme por la falta de modales o el poco decoro, mi madre se limitó a hacerme una pregunta:

-¿A quién has visto comer de esa forma?

Con la boca llena de pan respondí:

-A un gitano, mamá. A un gitano.

jueves, 12 de febrero de 2015

FUERTE OLOR A DIVORCIO POR SAN VALENTÍN


La relación más auténtica y duradera -hasta la muerte- es sin duda alguna la que mantienes contigo mismo”

Se acerca San Valentín, así que saca las tijeritas de punta redondeada para recortar corazoncitos y colorearlos. He hecho hincapié en que las tijeras no tengan punta afilada no vaya a ser que se te pase por la cabeza clavárselas a alguien o lo que sería aún peor, hincártelas a ti mismo.

Hace poco leí una noticia en internet que contaba que una mujer se había casado consigo misma en Estados Unidos y lo primero que se me pasó por la cabeza fue: ¿Habrá hecho separación de bienes? ¿Será capaz de ir a la policía a denunciarse a sí misma cuando se tire de los pelos o se dé cabezazos contra la pared como autocastigo cuando haga algo mal?

 
En serio, no somos capaces de aguantarnos a nosotros mismos la mayoría de las veces. Yo siempre digo que es una pena no poder divorciarse de uno mismo. Seguir condenados a convivir con nosotros mismos de por vida suena a sentencia a cadena perpetua.

A uno no le gusta la compañía que le brindan las personas de su entorno y siempre le queda la huida como alternativa y remedio temporal o definitivo. Sin embargo, si te has levantado con los cables cruzados, y ocurre, no te queda otra que apechugar con tu irascibilidad.

-Quiero pedir el divorcio, lo nuestro no tiene remedio por más oportunidades que te he dado.

Mírate al espejo y dítelo cuando estés en ese plan,  o mejor aún, mándate a la mierda sin más miramientos ¿no decías que te gusta la gente sincera y que va de frente?
 


Estoy seguro que la otra parte, en este caso tú mismo, no te boicotearía los planes de separación si no fuera porque comparte caja torácica contigo.

Vivir dentro de un mismo cuerpo te convierte en un viejo amante de ti mismo que conoce todas tus canalladas y se burla de tus meteduras de pata y eso jode lo que no está escrito.

Ya que tienes por castigo estar contigo mismo todo el tiempo hasta la hora del juicio final, puedes optar por aprender a quererte con tus defectos y virtudes y dejar de hacerte putadas; reconciliarte con tu persona y tolerar sus más y sus menos, cohabitar en paz o por lo menos dejar de autolesionarse física y psicológicamente.

¿Cuánto tiempo pasas dándote caña? Haz examen de conciencia.

Quiérete y respétate. Eso sí, tampoco te conviertas en uno de esos pichoncitos que le dan de comer a su amorcito en público. Hombre, es una forma de hablar, evidentemente tienes que alimentarte, a lo que me refiero es que no me gustaría que te transformaras en un amante que se consiente y se sobreprotege a sí mismo. Los niños mimados provocan rechazo, sobre todo cuando el mimo es público y descarado.

“Quien no es capaz de quererse y respetarse a sí mismo no es capaz de querer a un tercero.”

Esta “verdad general” con la que todo el mundo más o menos comulga, tampoco es garantía de relación estable y feliz de por vida.

Las relaciones amorosas estables no son mágicas, tienen mucho curro detrás. Es básicamente la misma ardua labor que tenemos que llevar a cabo con nosotros mismos, con el añadido de que los amantes tienen que lidiar además de consigo mismo con el otro. Donde hay dos personas en relación amorosa, hay en realidad tres relaciones. ¿Por qué te sigue extrañando que resulte tan complicado?


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miércoles, 11 de febrero de 2015

MATAR LO QUE MÁS TE GUSTA


Hoy me ha dado por pensar en las razones que hay detrás de este blog. ¿Para qué escribo aquí? ¿Qué sentido tiene sentarse delante del portátil y escribir una entrada (tengo un amigo que odia los anglicismos y voy a intentar evitar el término “post”)

No sé, entendedme, me ha dado por esto como me podría haber dado por la droga o el tiro al plato. Es extraño, la verdad ¿Hasta qué punto uno elige los pasatiempos (evitaré el término “hobby” para que no se cabree mi amigo)? ¿No serán ellos los que lo eligen a uno?

Pensad en el ama de casa a la que le da por hacer encaje de bolillos, por ejemplo:

-Me he apuntado a un curso de encaje de bolillos y empiezo el martes.
 
 
 

Si hay que anunciar a tu entorno que te has inscrito en un curso de encaje de bolillos, debes hacerlo en la sobremesa con el café, aunque para que quede más total aún, es recomendable anunciar la matrícula del curso tras haber ingerido una bolsa de pipas de quinientos gramos tras la merienda. Solo una persona con tiempo para comer pipas puede adoptar la decisión de hacer encaje de bolillos.

En cualquier caso, no creo que su entorno le cuestionara su afición a pesar de constituir bajo mi punto de vista una actividad, a ver, cómo lo diría sin herir sensibilidades… asesina de tiempo libre.

Aunque cueste creerlo, todo el mundo se queja de falta de tiempo libre y cuando conseguimos una pequeña dosis, lo acribillamos a puñaladas. De hecho,  quizás esa es la diferencia básica entre estar ocioso y estar ocupado. El ocioso no es tal si no se dedica a perder el tiempo.

Cuando la gente descubre que escribo un blog, se sorprende y acto seguido me incluye en su lista personal de “frikis” (esta vez sucumbo al evitar el anglicismo, lo siento)
Friki
 

A continuación me preguntan que para qué escribo y yo, que lo hago como el que hace macramé, no sé muy bien qué contestar.

Supongo que empecé a escribir porque empecé a admirar a escritores a los que había leído: burdo aprendizaje vicario, imitar lo que te gusta.

Más tarde me di cuenta de que me lo pasaba bien. Escribir es recordar, cuestionar, imaginar, reírse de uno mismo o darse pena y ante todo, matar el tiempo libre, porque pocas son las diferencias que veo hoy por hoy entre escribir un blog y hacer encaje de bolillos.

Si extraña es la pregunta de por qué escribo un blog, también me resulta  rara la pregunta de por qué la gente lee mi blog. Me imagino que habrá todo tipo de opiniones y motivaciones para hacerlo.

Yo sólo puedo afirmar con rotundidad una cosa dentro de lo chocante que me resulta verme escribiendo y os aseguro que escribo porque quiero que me lean.

lunes, 9 de febrero de 2015

FELICIDAD EXHIBICIONISTA


Darwin reconoció la sonrisa como mecanismo evolutivo, una forma de mostrar “no enemistad” y evitar el conflicto. Como primates evolucionados con el genoma necesario para estudiar empresariales, hemos llevado el concepto mucho más lejos. Ya no se trata de mostrarse afable sino de sonreír para ocultar que no se está triste, que todo va bien, que somos felices; una mueca semivacua que te hace ser admirado, dueño de circunstancias personales deseables por tu entorno y hasta envidiado (de forma sana siempre, eso sí)

Hemos hecho de la pose un estilo de vida. Gracias a las redes sociales, la gente ha aprendido a sonreír colocando el ápice de la lengua en la parte posterior de los incisivos superiores al estilo más hollywoodiense.

Huelga decir que unos dientes torcidos no son merecedores de ser expuestos en la vitrina de la felicidad semifingida y hay que usar ortodoncia sí o sí, como ves tienes opciones a elegir, no te quejes.

Navega y compárate con el resto de rostros sonrientes. El paragón debe darte una idea de cuán feliz eres de verdad, es tu punto de referencia.  

Nunca es mal año por mucho trigo, así que cuantas más sonrisas exhibamos, más creíble será la idea de que somos sin lugar a dudas un ser jovial y dichoso.

Los psicólogos se empeñan en decir que la comparación con el resto de personas no es positiva para la autoestima y que asomarse al “caralibro” con demasiada frecuencia te hace más infeliz al ver que por mucho que simules fortuna y alegría, siempre acabas dando más crédito a la suerte ajena que a la tuya propia; quizás porque en el fondo no consigas creértela por más que la evoques o simplemente debido a que profesas envidia sana a mansalva.

En cualquier caso, piensa que la persona que más sabe de felicidad hoy por hoy es un señor que anuncia el pan Bimbo por la tele y lo que repite una y otra vez es que “la felicidad está en la antesala de la felicidad”; es decir, se es más feliz esperando que llegue un viaje planeado que a lo largo del viaje en sí. Contar los días que quedan para una fiesta esperada nos hace más felices que la fiesta en sí.

Por lo tanto, la próxima vez que mires las sonrisas congeladas en las fotos de facebook, piensa que fueron tomadas en la “sala de la felicidad”-no en la antesala- y por lo tanto, ya encierran algo de decepción, costumbre y hartazgo.

 

 

miércoles, 4 de febrero de 2015

ESCLAVOS DE LA VERDAD


¿Quieres que te sea totalmente sincero? La pregunta aparentemente inofensiva adquiere tintes de amenaza en boca del interlocutor al que le pides una opinión veraz.

La verdad está sobrevalorada. Demonizamos la falsedad despreciando su poder analgésico y perseguimos la franqueza a toda costa, como si fuese algo asible e inmutable, válido para todos.

La verdad es una interpretación de los hechos. Tu verdad y la mía no tienen por qué ser la misma y ser ambas legítimas.

Quiero la verdad aunque escueza, aunque duela, aunque mine mi frágil seguridad en mí  mismo, aunque me haga odiarte.

Eso sí, utiliza alguna figura retórica que atenúe al menos su corrosividad y niega lo contrario de lo que quieres decir, usa un lítotes y dime que “no estuve muy acertado” en lugar de decirme que “me equivoqué de lleno”.

Dime una “white lie” o mentira blanca, como dicen los ingleses, y dime que soy “algo especial” en vez de llamarme “lunático”.

Porque ni yo mismo soy honesto conmigo cuando me invade el miedo, porque el autoengaño y la autocensura sustentan el mundo en el que vivimos.

 Los anuncios clasificados mienten:

“Mujer cariñosa busca hombre sincero con quien entablar relación seria. Absténganse francos despiadados a la hora de responder a preguntas relevantes”

Porque no puede existir un mundo sin secretos en el que todo sea explícito.

Porque lejos de hacerte libre, la verdad a toda costa te hace esclavo de la verdad, esa diosa justiciera y decepcionante la mayoría de las veces.

lunes, 2 de febrero de 2015

ME HALAGAN LUEGO EXISTO


¿Dónde está el límite entre el cumplido con buenas intenciones y la lisonja barata de la que se espera obtener una buena tajada?

¿Cuál es la diferencia entre el que sabe valorar y reconocer lo positivo que tenemos o hacemos por y para los demás y el cobista que quiere comprar tu aprobación a golpe de alabanza ficticia o sobreactuada?

¿En qué momento malinterpretamos una atención benévola tomándola por una adulación rastrera y oportunista o a la inversa?

¿Por qué no existe un mecanismo que permita distinguir claramente al abyecto lameculos, al vil pelotillero, al ruin tiralevitas, al despreciable chaquetero que nos dora la píldora para conseguir de la forma más innoble nuestro favor?

¿Por qué es tan fácil ganarse a alguien a golpe de agasajo?

¿Será que el primer mundo y su sobrealimentación buscan el reconocimiento social a toda costa? ¿O que en el fondo nuestro mecanismo interno es insultantemente poco sofisticado, capaz de ponerse en marcha con un irrisorio camelo por parte del prójimo?

¿Será que al odiar al pelota odiamos en el fondo nuestra naturaleza ingenua, capaz de sucumbir al elogio?

¿Y qué hacer para blindarnos contra el ditirambo y abrirnos a la crítica constructiva?

No, tampoco queremos censura ni al detractor con su látigo azotando nuestra débil autoestima construida a base de zalamería y arrumacos provenientes de seres tan serviles como aprovechados.

Queremos que nos den jabón sin ser conscientes de ello, que nos regalen la oreja fundamentando cada piropo como si fuese de verdad certero.

Lo que de verdad perseguimos es ser admirados como pieza de museo por algo tan simple como una nueva camiseta, un cinturón “low cost”, una falsificación de un perfume por la que regateamos a un vendedor ambulante, un frívolo cambio de peinado, una nueva tonalidad de laca de uñas.

Lo que de verdad queremos es huir de la mediocridad que encorseta, la vulgaridad que nos tiraniza.

Y si para ello hay que entregarse a la infame lisonja, nos tapamos los ojos y los oídos como señal de rechazo, dejando un ligero hueco entre los dedos y sin llegar a taponar totalmente el canal auditivo para poder contemplar y escuchar a nuestro ferviente admirador hipócrita.