Los que fuimos adolescentes en los 90 pensábamos que el ser
humano no podía evolucionar más en cuanto a tendencias musicales porque con el
“bakalao” habíamos llegado al tope de
lo guay y de lo fiestero, no se podía ser más chachi y mirábamos a las
generaciones anteriores como a carcas que escuchaban música sin ritmo mientras
nosotros acumulábamos recopilaciones del Máquina Total. Hoy me ha dado por echar
la vista atrás y ver algunos videoclips, entre ellos este, de Mo-Do. Nadie lo
conocía por el nombre, si querías pedirle la canción al DJ tenías que
tararearla. Aquello de una canción con tres frases sin verbo y sin sentido en
alemán intercalando la preguntita “Was
ist das?” (¿Qué es eso?) sonaba a puta vanguardia de la hostia. La verdad
sea dicha, el bakalao es de una
cutrez y un mal gusto magistral. Pero era lo que se llevaba, al igual que los
pelos cardados en los ochenta. Aquí os dejo el video de una de las canciones
que marcó la adolescencia de los treintañeros
que ven venir de cerca los 40. No sintáis vergüenza ajena, pensad que en
aquella época molaba un “güevo” y
además, por lo menos podemos decir que pertenecemos a una generación, la
del bakalao , que la prefiero mil veces a la generación actual “reguetonera".
Dejaba atrás mi infancia y me hacía adulto mientras sonaba en la radio "Zombie" de los Cramberries, Mariah Carey debutaba con su "Without you", Los Big Mountain estaban a todas horas con el "Baby, I love your way", los Pet Shop Boys se salían con el "Go West", Ace of Base con su "Happy Nation" que me sabía de memoria a pesar de que mi nivel de inglés por aquel entonces era equiparable al de Mario Vaquerizo, Roxette y su "Sleeping in my car" y un largo etcétera. Seguro que te suenan.
Luego estaba la vena petarda rollo Adamo, Camilo Sesto, Pimpinela, Julio Iglesias, Junco, Mari Trini y un largo etcétera de
grupos y cantantes que les eran en su mayor parte absolutamente desconocidos a
la mayoría de los de mi generación y que heredé directamente de mi hermana
gracias a sus cintas de casete de mercadillo que grabábamos en nuestro
"superradiocassette" de doble pletina ¡que era lo más! Contemplábamos atónitos cómo
copiaba un álbum que tenías que escuchar de seguido por narices si no querías
estropear la copia y alucinábamos en colores cuando conseguíamos una cinta de
un álbum de algún cantante que dábamos por descatalogado por pertenecer a la
época de la caída del imperio romano en algún rastro.
Recuerdo que en el “revival” que tuvo Camilo Sesto a
principios del 2000, mis amigos no salían de su asombro cuando ponían “Vivir
así es morir de amor” en el bareto de turno y comprobaban que me sabía la letra
de pe a pa. Ese era sin duda el legado de mis hermanos mayores.
Soy de la época de los “walkman” o de los “juanma” como decía mi vecina que se los
encargó a su hija para que me los trajera del viaje de novios de Canarias, que allí eran más baratos.
-¡Ea, ya se va a poner los “juanma” pa´ no sentirnos!
Aquel artilugio cuya fuente de alimentación era a pilas salía
por un ojo de la cara porque las alcalinas valían un huevo y las que no lo
eran, las Cegasa, duraban tres canciones y media si subías mucho el volumen,
así que si no te gustaba una canción, había que hacer uso del bolígrafo para
“pasarla palante” y ahorrar energía. Y si te gustaba, ídem de lo mismo, pero a
la inversa, rebobinado manual, y probando de vez en cuando para no pasarte la
canción. Nosotros inventamos la ecología y el ahorro energético sin quererlo.
La contrapartida era un bulo que circulaba y que aseguraba
que las pilas descargadas se volvían a cargar si las metías en el congelador un
tiempo, así que toda mi familia ha estado expuesta a material radiactivo
gracias a mí.
¡Ay! Cómo decía Carina: “Echar la vista atrás es bueno a
veces (uh uh uh)” y la verdad es que me he reído un montón yo solo escribiendo
y recordando aquellos maravillosos años.