lunes, 26 de octubre de 2015

FLUCTUACIONES


Heráclito de Éfeso decía que nunca te puedes bañar en el mismo río porque el agua fluye sin pausa y que lo único certero era el continuo cambio.

Y tenía razón. Nada es estático. Todo muta, mejora, empeora, evoluciona, degenera, crece, disminuye, sube, baja, se evapora, se derrite, se solidifica, arde, crece, envejece, muere…

Las relaciones sociales son tan cambiantes como la materia. Y sin embargo, tendemos a pensar en ellas como algo estático.

Esta persona es “mi amigo”, “mi pareja”, “mi enemigo”, “mi vecino”, “mi compañero de trabajo”, “mi jefe”, “mi ídolo”, “mi prototipo”, etc.

Nos gusta poner etiquetas, clasificar la realidad y ordenarla en cajones. Hay personas más metódicas que otras. Algunas meten dentro del mismo cajón relaciones muy heterogéneas llamándolas por el mismo nombre. Otras, en cambio, son unas obsesas del orden y analizan detenidamente cualquier tipo de relación antes de introducirla en cada compartimento.

No es un error clasificar la realidad para poder lograr entender su complejidad de alguna manera. Es inevitable catalogar para interpretar. Es más, quizás sea la única forma de obtener un  cierto grado de comprensión de lo que nos rodea.

El craso error consiste en cerrar los cajones con llave y pretender eternizar lo perecedero, conferir estatismo a lo dinámico.

No. La vida es un pez que resbala de las manos y no la empuñadura de un machete.

Las consultas de los psicólogos están llenas de personas que se empeñan en atrapar truchas con las manos embadurnadas de aceite.

sábado, 24 de octubre de 2015

PRISIONEROS DEL "LICENSING EFFECT"


Todos tenemos una opinión más o menos estática de nosotros mismos acerca de cómo de buenos o malos somos en algo.

Si realizamos una acción que difiera mucho, tanto por exceso como por defecto con el autoconcepto, tendemos a obrar en signo opuesto para compensar.

Por ejemplo, si normalmente como sano y un día me paso, es probable que la siguiente comida sea más saludable de lo normal. O al contrario, si mis hábitos alimenticios son bastante mejorables y un día como algo que considero una opción muy saludable, es muy probable que me recompense con un premio en forma de comida basura en una dosis más alta de lo habitual.

No lo digo yo, lo dicen psicólogos americanos que han acordado llamar a este fenómeno el “licensing effect”  (algo así como “el efecto licencia”) 

Otra cosa que dicen los psicólogos americanos es que no importa si la acción es objetivamente buena o mala, sino cómo la percibimos nosotros.

Repartieron placebo a un grupo de fumadores diciéndoles que era un aporte extra de vitamina C y todos acabaron fumando el doble ese día.

Hicieron lo mismo con un grupo de no fumadores y todos acabaron comiendo algún alimento poco saludable a modo de capricho.

Ambos percibieron que el aporte extra de vitamina C era algo más bueno de lo normal y por lo tanto compensaron con una mala acción para acomodar sus hábitos a su autoconcepto.

No me extraña que la estrategia de manipulación que usa mucha gente sea hacerte sentir mal por algo que les hiciste o dijiste para obtener una prebenda a cambio.

Igual tiene sentido que nos portemos mal en algún momento con alguien a quien hemos tratado excesivamente bien.

La publicidad conoce bien este “licensing effect” y lo usa para vendernos productos.

Diferimos poco de los ratones que se usan en experimentos. Cierto es que poseemos un lenguaje aparentemente complejo y a veces vestimos de traje. Es también verdad que poseemos la capacidad de hacer experimentos con sujetos de nuestra propia especie y que nos pensamos y analizamos a nosotros mismos; pero todos estos espejismos de sublimidad se van al traste cada vez que sentimos la necesidad de hacer caca.

 

 


 

 

jueves, 15 de octubre de 2015

PESADILLA


He soñado con una especie de taller donde había una excursión escolar. Eran niños de primaria, de unos diez años aproximadamente. Los niños estaban situados alrededor de las maquinarias y un hombre desconocido, aparentemente un monitor, les estaba enseñando el funcionamiento de algunos aparatos.
No sabría decir qué fabricaba exactamente el taller pero las máquinas hacían bastante ruido y todas incorporaban cuchillas y sierras para cortar. Lo más probable es que fuese una fábrica de muebles, aunque no recuerdo visualizar ningún mueble en escena.

El ambiente dentro del local era de entusiasmo, curiosidad y descubrimiento. Los niños reían y se desplazaban de un sitio a otro, observando el funcionamiento de los distintos mecanismos de fabricación.

De repente, se oye un fuerte grito. Una de las máquinas está totalmente cubierta de sangre. Un niño ha sido engullido por la misma, pero el monitor ha conseguido parar la máquina antes de que triture los piececitos.

Los niños de alrededor tienen la cara manchada de sangre y lloran aterrados.

El monitor que está junto a la máquina tiene las gafas protectoras manchadas de sangre, no se le ven los ojos.

Me despierto sobresaltado.

Llevo todo el día pensando si el monitor de la pesadilla empujó al niño o fue solo un accidente.