lunes, 22 de diciembre de 2014

AFECTO NAVIDEÑO


Se puede confundir  sentimiento con sentimentalismo y si no, pensad en la última vez que os dio vergüenza ajena una muestra de cariño en público; ese beso o esa manifestación de afecto desmesurada de la que fuisteis testigos mientras deseabais estar en otro lugar lejano y remoto sin poder hacer nada por evitar la escena.

Ocurre a menudo que un exceso etílico o un simple deseo de notoriedad que brota desde el interior del sujeto afable desemboca en una exhibición barroca de devoción absoluta hacia otra persona. Suele ocurrir a menudo en reuniones aunque a veces solo es necesario que existan dos personas para que tan embarazoso episodio tenga lugar.

El incidente nos pilla de sorpresa a medias, puesto que normalmente se ve venir.

-Verás tú por dónde sale este ahora…

Cruzas los dedos en un arrebato de superstición sobrevenido para intentar que el cataclismo no se produzca sin saber muy bien qué otra cosa hacer para rehuirlo.

De poco sirve apretar los dientes. Lo normal es que la sospecha se materialice y acabe por estallarnos como lo haría una granada defectuosa, en plenas manos.

La Navidad es, sin duda, la época del año en la que más se dan este tipo de situaciones incómodas. La decoración y el ambiente kitsch es el caldo de cultivo perfecto para el histrionismo y la pantomima excesiva.

Rara vez las felicitaciones se quedan en un saludo diplomático sin más pretensiones. Parece que el centelleo del alumbrado navideño afecta al cerebro de la gran masa y enternece de sobremanera el corazón del pueblo.

En esta época me convierto más que nunca en espectador del gran teatro de las relaciones sociales ritualizadas. Obviamente, no soy ningún niño ferino y por lo tanto, me veo en cierto modo obligado a ser partícipe de ellas  al mismo tiempo.

Cada año se me agudiza más el sentimiento del ridículo al presenciar escenas de sentimentalismo desmedido o cada año la gente se vuelve más excesiva al mostrar afecto a terceros en público. No me tachéis de huraño, no es eso, lo que pasa es que lo exorbitante me resulta incómodo. Algo así como que quizás esto debiera estar regulado por ley al igual que la emisión de CO2 a la atmósfera. Si te pasas, muy bien, pero recibes una multa.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

UN DÍA LIBRE


José  Gutiérrez cree que se burla del mundo cuando cada mañana se levanta y tras poner la cafetera a fuego lento, se mete de nuevo en la cama mientras espera a que se haga el café. Este ritual matutino se ha convertido en una travesura que le hace gracia a la vez que le ayuda a paliar la apatía cotidiana de lunes a viernes.

-Otra vez a la oficina ¡qué ganas de que me toque la lotería de una vez por todas!- murmulla mientras busca el mando a distancia para encender la tele.

El informativo matinal comienza arrojando estadísticas de paro, víctimas de accidente y malos tratos, porcentaje de fracaso escolar y número de divorcios, fluctuaciones bursátiles, incremento del IPC e impuestos.

-Las buenas noticias no venden. La felicidad es anodina- piensa José.

Se asoma a la terraza de su séptimo piso y contempla la ciudad café en mano.

-Hoy estoy enfermo porque sí, no pienso ir al trabajo- maquina en autodiálogo.

Tragándose el último sorbo de café, se cuela de nuevo en el salón de su apartamento y echa mano del móvil para llamar a Luisa, la secretaria.

Finge malestar.

-Luisa, no me encuentro bien. No voy a poder ir a trabajar hoy.

-¡Vaya por Dios! No te preocupes que yo se lo traslado a Rodrigo. Mejórate que se te nota muy pachucho.

-Gracias- responde con voz apagada.

O Luisa es una pardilla y se lo ha tragado, o le ha tomado el pelo y sabe que es cuento pero se las trae al fresco. No sabe qué es peor.

José vive solo desde que se divorció y lleva una vida de huraño refunfuñón que no se aguanta ni a sí mismo. La vida en solitario le ha hecho conocer su propia naturaleza plañidera y latosa. Ahora no tiene excusas para culpar a nadie cuando hace algo mal. A lo sumo, profiere algún exabrupto contra su persona a modo de redención aunque sepa que la autocrítica es nociva para la autoestima.

-No podré cambiar mi vida, pero hoy me toco los huevos- se dice a sí mismo ante el espejo.

Decide tomar un baño relajante y para ello busca música apropiada en el portátil. Se decanta por un álbum de Enya.

Llena la bañera hasta la mitad y se tumba hacia atrás. La pared trasera  está fría. Hace olitas para calentar la porcelana y poder apoyar la espalda a gusto. No hay espuma. Echa un chorro de jabón líquido y chapotea para crear burbujas. Al cabo de unos cinco minutos se harta de estar en remojo.

-¿Qué mierda le verá a esto la gente? Yo estoy ya negro de baño.

Aguanta unos minutos más. El portátil se queda sin batería y se apaga despojándolo de banda sonora.

-¡A tomar por culo! Me salgo.

Se lía el albornoz y se dirige a su dormitorio. Abre el armario e inspecciona la ropa para seleccionar la indumentaria apropiada para pasar su día libre. Advierte que no tiene pantalones limpios y tiene que poner una lavadora.

-Sí, hombre. Me voy a quedar de amo de casa ahora que el cabrón de mi jefe estará cagándose en mi puta nación. Cojo estos vaqueros mismos y a volar. Las camisas están sin planchar. Me quito de comer si hace falta pero de la semana que viene no falla que contrate una chacha por mis muertos. Me pongo esta camiseta de los Rolling Stones.

La camiseta le hace barriga.

-Me cago en todo. Voy a tener que empezar a salir a correr o a hacer algo.

Busca un calzado cómodo acorde al día de asuntos propios que se ha tomado por su cara bonita y comienza a bromear frente al espejo del armario fingiendo un diálogo con su jefe.

-Rodrigo, hoy te van a dar por donde gotea la jarra, corazón. Este que está aquí se va a tomar un día libre. Saca tú el trabajillo, pedazo de degenerado ¿El qué dices tú? ¡Habla fuerte, coño, que no te escucho!-Estalla en carcajadas tirándose de espaldas en la cama.

CONTINUARÁ…(Si consigo al menos 50 likes/comentarios)

martes, 9 de diciembre de 2014

LA LEY DE LA CAUSA Y EL EFECTO.


Agarre el libro de Louis Hay “Usted Puede Sanar su Vida”  y ponga en práctica los trucos de una de la escritora de libros de autoayuda más conocida, simplemente mírese al espejo y coloque los dedos en la garganta para sentir cómo vibran las cuerdas vocales mientras pronuncia las siguientes palabras mágicas:
-“Me quiero, me acepto, todo está bien”.
 Repita la consigna cuantas veces sea necesario, convierta este gesto en una rutina equiparable al cepillado de dientes y no dude que aunque usted no acabe de creérselo, a fuerza de insistir, quizá algún día consiga al menos no considerarlo una necedad.

La autora se atreve a clausurar el libro con una tabla en la que clasifica una serie de enfermedades determinando sus causas y aportando un eslógan para repetir ante el espejo a modo de antídoto. Se atreve a incluir dentro de la lista dolencias y enfermedades que van desde un simple brote de acné o una fístula hasta diferentes tipos de cáncer. Por poner un ejemplo, según ella, las causas de una fístula son “liberación incompleta de desechos, alguien se aferra al pasado” y para solucionar dicho problema, usted debe colocarse delante del espejo y repetir una y otra vez (siempre sintiendo la vibración de las cuerdas vocales):

-“Con amor me libero totalmente del pasado. Soy libre. Soy amor

Respeto la tesis de que uno es responsable de su estado de ánimo hasta cierto punto y tiene el poder de relativizar o atenuar las emociones negativas, pero de ahí a pensar que uno es capaz de todo con tan solo creérselo me suena al versículo bíblico ese de “la fe mueve montañas”. Uno puede facilitarse o complicarse la vida pero nunca nadar contra corriente. Así que, si se siente preso de una injusticia, tiene derecho a lamentarse y quejarse sin recrearse en ella, claro está. El comentario: “le está bien empleado, que se fastidie” me suena a vendetta pelusera proveniente de vísceras repletas de heces (ignórelo por su equilibrio homeostático)

No, uno no controla su destino como no controla su respiración, se puede contener hasta cierto tiempo pero siempre acaba estallando el instinto de supervivencia.

Por lo tanto, deje de culpabilizarse por todo lo que no puede controlar y acepte que el caos forma parte de su existencia. Si se siente preso de una circunstancia desfavorable, deje de buscar las razones objetivas que le condujeron a ello. La ley de la causa y el efecto tiene muchas excepciones, pregúnteselo a los cadáveres que dejan todas las catástrofes naturales (lástima que se muestren siempre afásicos y circunspectos). Así que sumérjase en el remolino llamado vida y espere a ver si la tormenta amaina. Nadie dijo que fuera fácil.

 

martes, 25 de noviembre de 2014

NUESTRO MEJOR AMIGO


Dicen los psicólogos que no somos conscientes de que la persona con la que más tiempo hablamos y cuya opinión más nos importa no es otra que nosotros mismos. Recuerdo cómo una profesora nos hizo rellenar un cuestionario en el que una de las preguntas que había que responder era: ¿Cómo se llama tu mejor amigo/a? Ni qué decir tiene todo el mundo se extrañó acerca de dicha cuestión y todos pusimos algún nombre de alguien a quién le concedimos el honor de ocupar un lugar tan privilegiado en nuestras vidas.

Cuando nos invitó a compartir las respuestas, nos dijo que todos estábamos equivocados puesto que nuestros mejores amigos éramos nosotros mismos.

El autodiálogo o nuestra corriente de pensamiento nos pasa desapercibido, nos hemos habituado hasta tal punto a él que a veces no somos conscientes de su poder.

¿Quién se libra de empequeñecerse llevando un déspota maltratador emitiendo juicios de valor negativos veinticuatro horas al día? La autocrítica llevada al extremo hace más daño que el látigo del peor de nuestros enemigos.

¿Quién no se convierte en un ser extremadamente soberbio y prepotente siendo portador de una voz interna que manifiesta apoyo incondicional a todas sus acciones? El autoelogio desorbitado engendra especímenes cargantes e insufribles.

En teoría nunca estamos solos puesto que nuestra propia compañía no debería resultarnos despreciable. Nos pasamos el día de la mano de la persona que más nos importa y a veces somos ajenos a semejante perogrullada. Tiene que venir un meapilas a recordárnoslo.

Y sin embargo, por muy conscientes que seamos de ello, seguimos incurriendo en el error de infravalorar nuestro propio criterio.

La seguridad en uno mismo debe ser un estado de consciencia más o menos estable de dicha realidad, respetar la envergadura de nuestras reflexiones y pensamientos. En definitiva, ser conocedores de la repercusión de nuestro propio juicio.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

INMOVILISMO


Quizás algún día, en vez de echar la zancadilla al vecino optemos por acercarnos a preguntarle si necesita algo de sal para ese plato que huele tan bien desde el patio de casa y quién sabe si el vecino se decida incluso a invitarnos a tomar una copa de vino mientras termina de hacerse la comida para ofrecernos una ración.

Si nos envolvemos de optimismo, puede que intentemos incluso dar un paso más y adoptemos la costumbre de sonreírle siempre que nos lo encontremos de frente, aunque no tengamos motivos aparentes, así porque sí , y dejándose llevar por la inercia, a lo mejor él hace lo mismo y nos devuelve el gesto alegrándonos el día:

-¡Qué buena persona es mi vecino, me sonríe siempre que me ve y me invitó a una copita de vino! ¡Fíjate que hasta me dio una fiambrera para que lo probara!

-Bueno, ¿estás seguro de que lo hizo sin esperar nada a cambio?

-¡Cómo eres! Sólo le ofrecí un poco de sal.

-¡Qué osadía! ¡Qué va a pensar tu vecino de una persona que llama a la puerta de su casa con la excusa de ofrecer un poco de sal para ver si obtiene un plato de comida a cambio!


Tengo un vecino que tiene un morro increíble, el otro día me llama a la puerta porque dice que huele muy bien lo que estoy cocinando y adivina lo que me suelta.

-A ver… ¡Sorpréndeme!

-Que si necesitaba “un poquito de sal” para el guiso.

-Menudo morro se gastan algunos… ¿y qué le dijiste?

-Que soy hipertenso y que muchas gracias. Educación ante todo.

(Risa malévola)

 

Pero mientras llega ese día, sigua esbozando ese gesto huraño a todo desconocido y vaya a lo suyo, por lo menos no se meta en lo que hacen los demás. ¡Ah! Y muy importante, no abra nunca la puerta a desconocidos. Anquilósese en su jaula de oro y baje el volumen del televisor si alguien llama a la puerta de su casa fingiendo su ausencia. La vida está muy mala y uno no se puede fiar ya de nadie. No se preocupe, en cuanto no abra la puerta unas cuantas veces, no le volverán a molestar nunca más.

Siga su vida ignorando a sus vecinos. Aristóteles mentía cuando decía que el hombre era un ser social por naturaleza porque no lo conoció a usted. Es una pena que no pueda usted invitar a café a Hobbes, del cual es usted fan acérrimo, ya sabe, por aquello de “El hombre es un lobo para el hombre”. Aunque claro, si pudiera, no iría usted a poner en práctica lo que le obligó a bajar el volumen del televisor yendo a molestarlo para invitarlo a un cafelito.

No. Usted no mueva un dedo por cambiar. La culpa es siempre del que vino por la sal para sacarle un plato de comida.

-Antes la tiro a la basura que dársela al gorrón este.

-Bueno, tan solo te estaba ofreciendo sal…

-Nadie da duros a cuatro pesetas.

-Yo que sé, igual te vendría bien charlar y conocer gente nueva.

-¿Aprovechados? Para eso me quedo como estoy.

 

La vida se vuelve a veces un empeño absurdo por seguir inmóviles en el estado actual cerrándonos puertas y aludiendo a la situación presente de las cosas para continuar anclados en lo mismo. La vida es a veces un bucle de incoherencia.  

 

 

 

 

jueves, 6 de noviembre de 2014

ESTADOS DE ÁNIMO


Desde que me aficioné a leer ensayo de neurociencia y psicología me autoanalizo más de la cuenta.

El ser consciente de lo que se supone que es una emoción y cómo se gesta  debería constituir una herramienta poderosa para ayudarte a ejercer el autocontrol emocional.

Una mierda.

Las emociones se apoderan de mí como si fuesen una pócima mágica. Las siento como una especie de química, como si se derramase dentro de mí un frasquito de brebaje fabricado por una hechicera y por más que intento utilizar mi parte racional, esa a la que llaman neocórtex, lo único que consigo es exasperarme aún más al ser consciente de que lo único que puedo hacer es esperar a que el efecto del veneno amaine, sintiéndome una estúpida y absurda víctima de las reacciones químicas internas.

Vuelvo del trabajo y de repente me asalta un pensamiento positivo: “¡Qué ganas tengo de salir a correr esta tarde!” Ya ves lo poco que me exijo a mí mismo para ser feliz a veces. ¿Qué mecanismo interno habrá actuado para que una cosa tan baladí haya conseguido hacerme sentir tan bien? Por más que analizo, no salgo de mi asombro, sobre todo porque el hecho de salir a correr es a veces lo que me transporta al séptimo infierno del que hablaba Dante cuando no me apetece mover un dedo pero me veo en la obligación de hacer algo de deporte.

Os parecerá extraño pero tengo un hobby curioso. Me tumbo en la cama y miro al techo dejándome llevar por el embrollo de mis pensamientos, sin música de fondo, sin propósito alguno. Se trata simplemente de mirar al techo y perder el tiempo.

Admito que cuando lo hago me limito el tiempo  porque podría pasarme horas así, pero soy consciente de que mi equilibrio mental pendería de un hilo si  cultivara muy a menudo y durante mucho tiempo este pasatiempo descabellado y sólo lo practico a intervalos de tiempo breves normalmente acotados por algún elemento externo como esperar a que termine el programa corto de la lavadora o que el horno termine de cocinar, por poner algún ejemplo.

Me esfuerzo en no pensar en nada concentrándome en el techo y me gusta dejarme sorprender por mi propia mente que siempre saca a relucir algunos asuntos tan variopintos  que van desde un intranscendente “voy a contar las tres manchitas negras apenas perceptibles del techo una y otra vez aunque no sé para qué estoy haciendo esto” hasta un “¿qué es más difícil imaginar: un universo finito o un universo que nunca acaba?” o un “¿y si el mundo no fuese más que una mota de polvo plagada de seres microscópicos (nosotros, los humanos) en la chaqueta de un ser gigantesco que habitara un planeta enorme de seres gigantescos mortales que creen que creen en la vida eterna después de la muerte?” “¿Y si la cadena continuase y esos seres gigantescos fuesen microbios en otra mota de polvo en la chaqueta de otros seres aún más gigantescos?”

Creo que me gusta esta distracción porque mi parte racional, la que me hace oscilar entre estupideces y dilemas morales no me molesta lo más mínimo. Sin embargo, cuando me asalta un estado de ánimo, me suelo sentir desvalido e impotente. Si es bueno, me regala un transitorio estado de felicidad exacerbada que me llega como de la nada. Pero si es negativo, mi parte racional se siente tiranizada por un sátrapa leonino que la manipula a su antojo.

martes, 28 de octubre de 2014

MÍSTER PERFECTO


Míster perfecto tiene un alto concepto de sí mismo para tapar con artimañas seminvisibles su mediocridad.

Se rodea de cobistas y lisonjeros vulgares que no le hagan sombra y le permitan imponer sus historias.

Se decanta por la novedad, uno ya no ve nada significativo en la gente a la que conoce desde hace siglos.

Le gusta contar historias semiverdaderas que acaba por convertirlas en fidedignas a base de contárselas repetidas veces a sí mismo. Cuando uno se relata una historia a sí mismo varias veces, se la narra exagerando las partes que le conviene obviando las partes que lo dejan en mal lugar, llegando a creerse su propia versión distorsionada.

Una vez que consigue autoembaucarse, camina con paso más firme y mueve las manos con seguridad al contarle a los demás la verdad alterada que acaba por imponer sin encontrar muchos obstáculos.  

Imponer una historia no da contento a la larga, al final es como si sólo se la contara uno a sí mismo y eso carece de gracia; si no se ve apoyada nada más que por los aduladores y serviles acólitos, es como jugar al ajedrez sin rival. Por eso, Míster Perfecto elige alguna cabeza de turco que ose llevarle la contraria y le sirva al mismo tiempo de aliciente para defender su interpretación manipulada de la realidad.

Míster Perfecto no es del todo consciente de que lo que comenzó como un burdo pasatiempo ahora es su modus vivendi, puesto que ahora es lo único que le reporta satisfacción a su edad.

Ha perdido el control abusando de él, pero ya es demasiado tarde para contradecirse a sí mismo rebatiendo su historia, su crónica, su única verdad.

domingo, 26 de octubre de 2014

VIAJE A NINGUNA PARTE


Esta mañana he bajado al paseo marítimo a caminar. Me puse la gorra y las gafas de sol y me coloqué los cascos para escuchar una selección de mis canciones preferidas en el MP4. Andar sin rumbo me gusta, el movimiento infructífero y carente de objetivo alguno me relaja. ¿Acaso no imito a la Tierra rotando sobre sí misma y volviendo al mismo punto al final de cada día o cuando gira alrededor del sol para volver una y otra vez a la misma posición de la que partió al cabo de 365 días?

¿Qué es el paso del tiempo sino los inanes rodeos de un planeta en el que te ha tocado vivir? Nada más que eso. Una vuelta más al sol y tú organizas una fiesta, te miras al espejo y te preguntas cómo es posible que ya hayas cumplido otro año si parece que fue ayer cuando soplabas las velas de tu edad obsoleta.

La nostalgia de tus quince años no es más que la nostalgia de las quince rotaciones de la Tierra alrededor del Sol desde el momento en que naciste. Quince vueltas que la llevaron al mismo punto de partida pero que a ti te transformaron como por arte de magia en un adolescente algo perdido pero con ganas de llegar a la mayoría de edad.

Una vez eres consciente de lo que significa cumplir años, te acuestas con los brazos en cruz panza arriba sobre la cama, imitando la crucifixión de Jesucristo, que vino al mundo para librarte de la muerte muriendo él mismo, de la misma manera que la Tierra se empeña en moverse para luego volver al mismo punto del que partió.

Te asalta el miedo cuando reparas en los viajeros que llevan mucho tiempo dando vueltas improductivas en tu planeta; virajes que siempre los llevan al mismo punto de partida pero sin embargo cada vez más mustios, exánimes, decaídos y endebles y mientras miras al techo, aún con los brazos en cruz, haces tus cuentas...

Aún soy joven, todavía me queda un número considerable de vueltas para llegar a ese estado de fragilidad.

Y sin embargo, de repente te das cuenta de la trampa que te has tendido a ti mismo al recordar que ya eres un viajero algo mustio y ajado y que te encuentras en el número de vueltas que no hace mucho ya considerabas como el principio del declive.

Te das la vuelta y te colocas boca abajo, esta vez levantando los brazos, quizá adoptando inconscientemente  el gesto del que se rinde y se muestra desarmado ante el enemigo.

Otra vuelta más…

miércoles, 10 de septiembre de 2014

PODEROSO CABALLERO


PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO.

El dinero no lo puede comprar todo, pero hoy en día, son pocas las cosas que quedan fuera del alcance de la billetera:

-En Santa Ana, California, los delincuentes no violentos pueden pagar por una celda limpia, tranquila y alejada de los presos que no pueden pagarla.

-Por unos 6.250 dólares, puedes alquilar el vientre de una mujer india.

-Los extranjeros que inviertan 500.000 dólares y creen como mínimo diez puestos de trabajo en una zona de elevado desempleo pueden optar a un permiso de residencia permanente en EEUU.

-Por 150.000 dólares puede obtener el permiso para cazar un rinoceronte negro en peligro de extinción en Sudáfrica.

-Haciendo sustanciales contribuciones económicas puede lograr que su hijo (no importa el zoquete meapilas que haya usted engendrado) estudie en una universidad prestigiosa en EEUU.

-Pagando un peaje, puedes ganar algunos minutos al evitar tráfico intenso de la autovía gratuita donde van los que no pueden o no quieren pagarlo.

La mayoría de estas cosas no están al alcance de todo el mundo. No se preocupe, existen novedosas formas de hacer dinero hoy en día:

-Tatúese de manera temporal publicidad de alguna empresa en la frente o en alguna otra parte de su cuerpo. Air New Zealand llegó a pagar más de 700 dólares a un grupo de personas que se afeitó la cabeza para tatuarse un eslogan publicitario.

-Puede usted ganar hasta 7.500 dólares en EEUU si ejerce de cobaya humana para probar la seguridad de nuevas sustancias para compañías farmacéuticas, el importe va en función de lo invasivo que pueda ser el procedimiento y el malestar que pueda ocasionar.

-Si está en un colegio de bajo rendimiento escolar, puede conseguir 2 euros por cada libro leído. Esta medida pretende fomentar la lectura en algunos estados de EEUU.

-Si usted es obeso, pierda seis kilos en cuatro meses y su seguro médico americano le ofrecerá un incentivo económico de unos 378 dólares.

-Compre el seguro de vida de una persona enferma o anciana, pague las primas anuales mientras esté viva y luego obtenga los beneficios del seguro cuando fallezca: potencialmente millones (dependiendo de la póliza). Esta forma de apostar sobre vidas de extraños se ha convertido en una industria que mueve 30.000 millones de dólares. Cuanto antes muera el extraño, mejor para el inversor.

-Venda un riñón en el mercado negro, de lo cual se desprende que también puede usted comprar uno si lo necesita y se lo puede permitir.

Ya lo sé, seguramente estarás diciendo que hay cosas que nunca podrán estar en la primera lista. Por ejemplo, los amigos. Si que es cierto que podemos contratar personas para que nos hagan cosas que normalmente nos hacen los amigos, pero entonces ya no son amigos en sentido estricto. Hasta no hace mucho, existía una web del amigo ficticio en la que se podían comprar amigos de buen ver para que aparecieran en nuestra lista de contactos en Facebook, pero la empresa se vio obligada a cerrar por usar fotos de modelos sin su consentimiento.

Existen empresas en China que venden un servicio un tanto peculiar: puede usted contratar una persona especialista para que pida disculpas por usted al familiar o amigo con el que se haya enemistado y ahorrarle así el mal trago.

¿Quiere usted impresionar a su amigo el día de su boda con un discurso impoluto?  Existen webs en las que especialistas elaboran discursos personalizados, usted solo rellene un cuestionario ofreciendo una serie de datos de su amigo y el tono que desea que adopte el discurso y ya lo tiene, previo pago, claro está.

-Puede donar óvulos o esperma y sacarse un dinerillo extra también.

Todos estos datos están sacados del libro “What Money Can´t Buy” (Lo que el dinero no puede comprar) de Michael J. Sandel que he leído recientemente.

Según los nuevos economistas, todas las relaciones sociales pueden explicarse por una teoría de costes y beneficios, aunque no haya dinero de por medio.

Si no me divorcio es porque sopeso el coste emocional y económico y concluyo que los costes no compensan mi libertad como soltero. El miedo a una psedoadolescencia en plena crisis de la mediana edad sostiene matrimonios a modo de piedra angular.

En el último libro de economía que leí: “El Economista Camuflado”, el autor exponía un estudio del que se desprendía el aumento del número de relaciones sexuales entre adolescentes en las que solo había felación debido al miedo a contraer enfermedades de transmisión sexual cuando los sujetos eran conscientes de que el riesgo era menor si prescindían de la penetración (lo cual no era más que un cálculo de costes o riesgos y beneficios puro y duro según el autor)

El dinero no da la felicidad. La salud es lo que es realmente importante. Las cosas más bonitas no cuestan dinero.

De acuerdo, pero no podemos negar que hemos pasado de una economía mercantilista a una sociedad mercantilista donde el dinero lo impregna todo cada vez más.

Valores, sentimientos, logros personales, compañía de seres queridos, muy bonito todo, pero recuerda todas las veces en las que has dicho:

-Como me toque la lotería va a ir al trabajo el “niño vestío de torero”.

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 8 de septiembre de 2014

INJUSTICIAS


La cucaracha que acabas de aplastar sólo porque la sociedad te ha enseñado a considerarla como un insecto asqueroso te confirma que la vida es injusta. No la mataste por necesidad de alimento o porque suponía un peligro para tu integridad física. La machucaste arrastrado por tu percepción sesgada de lo repulsivo ¿Qué pensará su madre o sus familiares más directos de semejante crimen sin motivo aparente? Ni siquiera fue un burdo ajuste de cuentas pandillero, solo se trataba de un prejuicio profundamente arraigado en el subconsciente colectivo de la civilización occidental a la que perteneces el detonante del asesinato. Por si fuera poco, la pobre inocente ni siquiera sentirá el respaldo de un sistema judicial cucarachil y nunca te llegará una citación judicial certificada con acuse de recibo a casa por haberla aniquilado de una forma tan sumamente cruel y deleznable. Ninguna cucaracha se enfundará la toga para meterte en chirona y seguirás siendo un asesino en serie de cucarachas que se moverá en la más absoluta impunidad aprovechando el más absoluto vacío legal.

Has de saber que las cucarachas son un elemento clave en la cadena alimenticia y en el equilibrio de los ecosistemas y si se extinguieran, los humanos también lo harían pasado un tiempo.

Sé que a pesar de este argumento, te reafirmas en tu comportamiento cucarachicida cada vez que aparece una en tu campo visual.

-¡Qué ascooooooooo!- la increpas y vejas antes de acabar con ella, haciendo caso omiso al artículo 14 de la constitución española que promulga que todos los españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Hay cucarachas españolas, sí, por mucho que te pese. ¡Pobre criatura que salió a buscar un resto orgánico diminuto, sin más pretensiones! Quizá un resto de moco tuyo, o un trozo de piel tuyo, ya inerte,  apenas perceptible, para poder seguir adelante y desarrollarse como ser rastrero. No piden mucho más que tú, reflexiona. Nacen para  crecer, reproducirse y luego morir. ¡Ya ves! Tienen cuatro funciones vitales en común contigo, igual hasta compartís aficiones si le dieses una mínima oportunidad.

Pero no, tu justicia humana es injusta y nunca le permitirá realizarse a la inocente criatura fotofóbica, por eso corría cuando retiraste el sofá y la sacaste a la luz, ¡pedazo de zoquete insensible!

Ahora ya nunca podrá saber qué hubiera sido de ella en el futuro, si realmente hubiese conseguido su promoción laboral a directora de cucarachas que tantísima ilusión le hacía a la infeliz. El pisotón seco que le propiciaste acabó con el más mínimo vestigio de ilusión y sus aspiraciones se difuminaron mientras su crujiente caparazón crepitaba bajo tu suela mientras tú seguías insultándola hasta después de muerta. ¡Vergüenza te debería de dar manchar la honra de una pobre difunta inofensiva!

¿Y aún crees en la justicia después de semejante crimen leonino que acabas de cometer, inconsciente?

IN MEMORIAM

DESCANSE EN PAZ.

 

martes, 2 de septiembre de 2014

VULNERABILIDAD


Si vas a decirme que me como mucho la cabeza, ahórrate el comentario porque no me estás diciendo nada nuevo.

La chica que te sirve el jamón cocido en el supermercado podría haber descubierto el placer de masturbarse con el grifo de la ducha a toda presión y haber desarrollado una parafilia adictiva contando cada día los minutos que faltan para llegar a casa después del trabajo y despilfarrar litros de agua  ignorando la sequía de la huerta murciana para autocomplacerse, sintiéndose culpable al cometer semejante pecado a nivel moral e ignorando el estropicio ecológico.

-¡Qué cosas tienes!

Vale, pero la posibilidad existe. O al menos yo me la planteo.

El conductor de autobús que te acaba de cobrar el billete podría ser un obsesivo compulsivo que vive solo y cuenta las pipas de girasol que va a ingerir porque a él lo que le gusta es comer exactamente doscientas cincuenta  y siete mientras ve su programa favorito antes de irse a la cama los jueves, y si toma una más o una menos, no consigue conciliar el sueño esa noche.

Tu amiga del alma, que conociste en la más tierna infancia, te desea en secreto una enfermedad lenta y dolorosa cada vez que te vas con ella de compras y en el probador, tú le  pides que te cambie la falda de la talla treinta y ocho por otra más pequeña.

El barrendero de tu barriada hace una parada furtiva para masturbarse cada día cuando ve bajar a la vecina del sexto.

La mujer de tu jefe tiene un amante que la cita cada martes a las siete de la tarde para vestirla de caperucita roja y humillarla haciéndole lamerle las suelas de los zapatos.

A tu vecino del quinto le gusta impregnar con restos de semen la barandilla en la que tú te apoyas cuando subes cargada con las bolsas del súper.

El funcionario que ha dado registro de entrada a tu escrito de reclamación estuvo a punto de suicidarse anoche.

La pareja ideal que todos envidian no tienen sexo desde hace años.

Al hijo de tu compañera de profesión que ha sido ascendida le gusta hacerse caca encima y restregarla por las paredes de la casa.

Tu socio engaña a la mujer con un travesti cubano.

La madre de tu amiga, la que está obsesionada con el orden en casa, es alcohólica y se ha tomado pastillas en varias ocasiones.

No sigo, estamos en horario infantil y no creo que sea necesario.

La vida es extraña. Lo que los demás nos muestran no es  más que la punta del iceberg. Reconozcámoslo: la gente está loca (no te incluyo a ti, corazón, que sé que tú eres muy normal, rey/reina)

La extrañeza de la vida a veces me motiva y otras me da pereza o simplemente hace que me sienta el ser más vulnerable ¿Qué secreto censurado encerrará este ser humano que me sonríe en el pasillo cada mañana en el trabajo?

Si es sólo que se masturba con la ducha, me la trae floja. Pero el problema es que mis elucubraciones van mucho más allá y uno no puede evitar pensar en todo tipo de perversiones ya no parafílicas, sino peligrosas a terceros tipo “los rubios de pelo rizado llevan el germen del mal y deben ser exterminados”.

No creo en la simplicidad y en el “what you see is what you get” (lo que ves es lo que hay) del que hablan los ingleses .

Considero que el ser humano es demasiado complejo para ser juzgado por su rol en sociedad. Es en la soledad más absoluta, desprovisto de toda audiencia, cuando el subconsciente empieza a hacer de las suyas.

Tuve una infancia no infeliz en la que mi madre, que me duplica con creces la edad, era capaz de hacerme sentir seguro proporcionándome modelos de conducta y respuestas a dudas que yo le planteaba.

Ahora, de adulto, cuando conozco a otros adultos que me duplican prácticamente la edad y se comportan como niños malcriados, he conocido el miedo y la sensación de estar a la intemperie. El apoyo materno no fue más que un colchón fantasma previo a la cruda realidad.

Eso es para mí la adultez: el ser consciente de la complejidad del ser humano, la falta de respuestas y el tener que  lidiar con niños malcriados a punto de jubilarse. Lo sé, campeón/a. Es absolutamente desolador.

sábado, 30 de agosto de 2014

EL FINAL DEL VERANO


Septiembre es un mes que da mucho juego al igual que enero. El fin de las vacaciones nos hace querer ser mejores en algo a modo de compensación por lo que dejamos atrás.

 ¿Cuándo empezó a ser traumático el final del verano? Sin lugar a dudas, la serie Verano Azul tiene parte de culpa. Este verano pude ver el último episodio de su enésima reposición y me resultó tan triste ver cómo Julia con su cara de buena persona capaz de resolver todos los dilemas morales de cualquier ser humano respondía “¿Quién sabe?” cuando Barrilete, el policía local,  le preguntaba si volvería a veranear en el mismo sitio al año siguiente.

Y no hablemos ya de la canción del Dúo Dinámico invitando a todo el mundo a abrirse las venas al unísono con un cutter bien afilado. El final del verano llegó y tú partirás/ Yo no sé hasta cuándo este amor recordarás…

Tal como llegó, se fue, así que apechuga. ¿O acaso te creías que te ibas a pasar el resto de tu vida en la playa a la bartola? ¡Menudo ingenuo ocioso holgazán parásito que solo sabe ir a terracitas y levantarse siguiendo el ritmo natural del cuerpo humano prescindiendo de artefactos ruidosos que suenan por la mañana temprano para hacer de ti un ser productivo al servicio de la sociedad!

No te lo tomes como algo personal, es lo que hay. Dicen que el trabajo es un invento genial para ocupar la mente cinco días a la semana (o seis o siete, dependiendo del negrero en cuyas manos hayas tenido la desgracia de caer)

 Tranquilo, no todo está perdido, el otoño llegará con su belleza y su aire de nostalgia y con él los paseos al atardecer pisando hojas caídas  a la espera de una futura regeneración total de la naturaleza cual Ave Fénix.

 ¡Hala, qué bonito! Pero yo quiero seguir levantándome a las tantas. No ha nacido aún el poeta que consiga lavarme el cerebro a fuerza de versos cursis y rancios paralelismos entre estación del año y etapas del ser humano. Ya está muy visto.  

Algo de broma hay en lo que acabo de decir. Tampoco creo que un eterno veraneo me hiciera feliz. Necesito del invierno para apreciar el verano y quizás a la inversa.

Es más, creo que el verano está sobrevalorado, basta escuchar los superéxitos veraniegos donde las letras tienen básicamente dos leitmotiv: el calor y la fiesta.

La climatología empezará a marcar una nueva etapa en tu vida. Está bien cambiar de vez en cuando, ¿no? (Esto que estoy haciendo se llama autosugestión)

Y ahora, vayan desempolvando sus guitarras, sus tarjetas del gimnasio, sus coleccionables de Planeta de Agostini, su matrícula de la academia de inglés, sus zapatillas para correr por las tardes, sus zapatos de claqué, su libro de cocina y su Thermomix o cualquier otro distractor que les ayude a encajar mejor el golpe. ¡Ánimo campeón/a!

jueves, 28 de agosto de 2014

ESCALONES CRONOLÓGICOS


Me monto en la báscula digital inteligente y me pide ingresar mi altura en centímetros. Al cabo de unos segundos, secciona mi cuerpo en porcentajes de hueso, agua, masa muscular y tejido adiposo y me hace sentirme una amalgama de materia orgánica entretejida . Termina arrojando una cifra de calorías que debo ingerir diariamente para mantener mi peso actual.

Desciendo del artefacto y empiezo a pensar en el escalón cronológico que me separa de los griegos de la antigua Grecia y su teoría de los cuatro humores (bilis negra, bilis, flema y sangre) de los que consideraban que estaba hecho el cuerpo humano y en Miguel Servet en el Renacimiento a punto de arder en la hoguera acusado de blasfemia por su teoría de la circulación sanguínea.

Me siento al otro extremo de la cuerda al pertenecer al siglo XXI y prestar atención a una máquina que me fracciona en proporciones precisas pero no puedo evitar verme un poco absurdo subido a un ridículo aparato digital versión 2.0 que será considerado un burdo rudimento dentro de unos dos mil años, cuando sea menos que una mota de polvo en un escalón cíclico intermedio y se haya borrado el más mínimo atisbo de mi existencia en el planeta.

viernes, 22 de agosto de 2014

PORQUE YO LO VALGO.


¿En qué momento nos creímos a pies juntillas el eslógan de L´oreal, ese de “porque yo lo valgo”? Una cosa es tener seguridad en uno mismo y otra pensar que tienes derecho a imponer tu criterio porque sí.

Cuando alguien me cuenta un problemilla personal tipo "¿cómo esta persona puede ser tan sumamente cabrona conmigo?". Yo siempre respondo lo mismo:

-¿En qué artículo de la Constitución Española se prohíbe de manera tácita ser un auténtico hijo de puta con los demás?

-Bueno, el artículo 14 habla de igualdad y de no discriminación, ¿no?

-Ya, pero eso los beneficia en el fondo. No puedes ni discriminarlos, mira tú por dónde.

No me caen bien las personas que imponen su criterio sin intentar llegar a acuerdos. Esos tiranos inflexibles que se creen en posesión de la verdad absoluta. Yo soy un amasijo de dudas y cambio de opinión asiduamente, será por eso.

Además, estoy convencido de que la seguridad absoluta no es más que una pose; no mostrarse vulnerable para evitar posibles ataques. La seguridad no es más que un disfraz que adoptan los que imponen su criterio. El testarudo sabe ponerse la chaqueta de “seguridad en uno mismo” cuando quiere hacer de las suyas.

Me gusta la gente que relativiza, que cuestiona, que negocia, que hace autocrítica de vez en cuando y en resumidas cuentas, que no se toma el eslógan de la marca de su champú favorito como los diez mandamientos que el dedo de Dios escribió en las tablas de Moisés.

 


 

martes, 19 de agosto de 2014

CONSEJOS VENDO...


Es curioso cómo todo el mundo parece tener un máster en psicología cuando se trata de arreglar la vida a los demás. Da igual si el consejo es contraproducente, un rancio lugar común más o ha sido extraído de un libro de Jorge Bucay; la cosa es abrir el principio del aparato digestivo para sentenciar lo que el otro tiene que hacer si quiere salir del atolladero.

Ya lo decían los Héroes del Silencio en su canción “Entre dos tierras”: ¡Qué fácil es abrir tanto la boca para opinar!

Lo curioso es que la mayoría de las veces el asesoramiento recibido no fue ni siquiera reclamado. Debe ser un esquema aprendido desde la infancia en el que cada vez que de niños contábamos algo a un adulto, tocaba escuchar una moralina porque sí.

Todos lo hacemos en mayor o menor medida. El que no recomienda de manera explícita es quizás por timidez o falta de confianza con su interlocutor, pero estoy seguro de que en su fuero interno se forja siempre una recomendación que quiere estallar como una olla a presión.

-Tengo un dilema muy del primer mundo… Ando ahí dándole vueltas si pintar la pared del salón de un color vivo o la dejo blanca, como estaba.

-Sin lugar a dudas, píntala de color verde limón. En el súper venden unos botes de pintura a muy buen precio. Hazlo y le das un poco de color a tu casa.

Analicemos este trozo de conversación aparentemente trivial entre dos interlocutores. El hablante A ha verbalizado una duda interna que el hablante B ha interpretado como una petición de criterio no explícita. No debemos dejarnos influenciar por el intercambio de información tan baladí puesto que este diálogo encierra una moraleja valiosa.

-Píntala de verde limón y si no te gusta, te jodes porque total, la pared no es mía.

Lo sé, os oigo gritar diciendo que vosotros cuando dais un consejo lo hacéis con toda vuestra buena voluntad y jamás con dolo y yo os creo porque a mí también me pasa.

A lo que quería hacer referencia es a la facilidad que tenemos para decidir por los demás y lo difícil que se nos hace elegir por nosotros mismos por miedo a las secuelas negativas de una decisión desatinada de la que solo nosotros somos responsables.

Aunque haya quien piense que tiene un criterio propio y que nunca se deja influenciar, le diría que quizás no es consciente de la influencia del entorno. Del mismo modo que hay quien no emite ningún tipo de parecer por diversos motivos, está igualmente quien nunca lo reclama ni explícita ni implícitamente. Pero no nos engañemos, observamos y copiamos decisiones de otros a los que les fue bien o por lo menos no les fue mal haciendo lo que nos tiene en duda.

“Hay que tomar una decisión y no sabemos si será buena o mala hasta que la tomemos y veamos sus consecuencias”.

Con este consejo abierto que me dieron una vez en su día, me di de bruces con la realidad y descubrí que ser más adulto o menos niño reside en asimilar que toda causa lleva a un efecto, en la mayoría de las ocasiones imprevisible y que necesitamos buscar cómplices que nos refrenden en todo momento.

jueves, 31 de julio de 2014

LA GRAN ESTAFA


Una de las desventajas más importantes de la edad no es el progresivo declive físico de ese espectro que te mira fijamente a los ojos cada vez que te lavas la cara frente al espejo por las mañanas como casi todo el mundo piensa, sino la progresiva toma de conciencia de la muerte.

Cuando eres un niño, la muerte no es más que un chiste, algo raro que hacen los mayores para llamar la atención y que acaba convirtiéndolos a todos en buenas personas.

Recuerdo haber ido al cementerio con mi madre el día de todos los santos  cuando era pequeño y pasearnos por las calles de lápidas leyendo las inscripciones de cada una de ellas. Como las modas afectan hasta a los difuntos, en el cementerio era fácil reconocer los que llevaban más tiempo enterrados puesto que todos tenían ventanas de cristal y crucecitas, virgencitas y florecitas de plástico dentro. Las más modernas eran de granito. Hubo una época en la que se puso de moda poner una foto del difunto en la lápida. Mi madre me solía amenazar con sacar la mano del ataúd y tirarme de los pelos si cuando ella muriera yo decidía ponerle una foto.

Otra moda pasajera en el colectivo de los que ya no trabajan ni en laborables ni en festivos o el colectivo de “la gran mayoría” como llaman los ingleses medio en broma a los del otro barrio fue poner en la lápida la siguiente leyenda: “No está aquí, ha resucitado”.

Recuerdo la primera vez que leí eso.

-Mamá, ¿es verdad que este nicho está vacío? Aquí pone que ha resucitado.

-Después de algún tiempo, todos resucitan…

Estas excursiones anuales al camposanto me parecían interesantísimas de niño.

Luego de adolescente, los cementerios dejaron de interesarme. La muerte se convirtió en algo que le pasaba los demás y yo, como buen pubescente, estaba demasiado volcado en pensar en mí mismo.

Hoy en día, la muerte es un tema que me obsesiona por resultarme de lo más absurdo. De repente, te mueres y todo se ha acabado. Mira tú la gracia.

Mi madre me oculta las muertes de la gente cuando hablo por teléfono.

-¿Para qué te voy a meter mal rollo en el cuerpo?

Luego, sin embargo, cuando le hago alguna visita, me comunica las dos o tres más recientes. Acumula cadáveres y me los suelta de golpe.

Le gusta hacerlo siempre a la hora del café de la sobremesa.

-Por cierto, ha muerto tal y tal y tal…

Se enfada cuando le digo que no conozco a alguno de los desafortunados y empieza a soltarme una ristra interminable de motes de todos los familiares directos para ver si caigo.

-No sé de quién me hablas. Da igual. Uno que estaba vivo.

Pero cuando sé de quién se trata, consigue hacerme su cómplice y los dos nos quedamos un rato en silencio pensando en la gran estafa de la vida.

Cuantos más años cumplo, más consciente soy de la irracionalidad de la existencia humana.

Puede que todo esto que llamamos vida no sea más que una broma pesada.

lunes, 21 de julio de 2014

PSICÓPATAS Y DEFORMES MENTALES


Una vez, hojeando “Al Este del Edén” de John Steinbeck en una librería (hojear libros en librerías y bibliotecas es uno de mis hobbies incomprendidos), leí un pasaje en el que el narrador nos contaba la diferencia entre las deformaciones físicas, obvias a la vista e inocuas para el que las percibe; y las deformaciones psíquicas, no observables y altamente peligrosas. Tenía Steinbeck más razón que un santo.

Uno va tranquilamente haciendo fúting por la calle y de repente se cruza  un deforme mental que te pone la zancadilla y te tira al suelo.

-Perdone usted, ¿se ha hecho daño?

¿Cómo es posible que este desequilibrado me ponga la zancadilla y no se atreva a tutearme?- pensé.

-¿Por qué me has puesto el pié? ¿Acaso querías que me cayera?- yo sí le tuteé, porque ningún protocolo establece que haya que dar tratamiento de cortesía a quien te pone un obstáculo mientras estás haciendo deporte.

-Perdóneme, es que no lo he podido evitar.

Y yo me pregunto: ¿cómo es posible no poder controlar el movimiento de tus extremidades inferiores? ¿Acaso será verdad lo que dijo y para él es inevitable ir poniendo zancadillas de la misma manera que es inevitable parar el corazón o el estómago  de manera consciente para los no deformes mentales?

El tío me ayudó a levantarme mientras se sonreía. No lo hizo mostrando los dientes pero sí percibí una leve sonrisa tipo Gioconda y yo, que estoy bien curtido de películas tipo sobremesa de antena tres en las que tu nueva vecina atropella a tu madre y empapa un pañuelo en el charco de sangre para pasarla por el parachoques de tu coche sin que tú lo sepas y encima se presenta al funeral consternada diciendo: “¡qué horror! ¡qué clase de desalmado ha podido hacer una cosa así!”, salí huyendo despavorido de su cortesía.

No he podido parar de reflexionar acerca del episodio y del psicópata en cuestión. ¿Con qué objetivo uno va poniendo zancadillas a viandantes para después levantarlos con una media sonrisa?

Descarto la teoría del robo. Los deportistas no solemos llevar cartera ni móvil, sólo las llaves de casa y poco más.

¿Será que tiene una especie de falta de control sobre el movimiento de sus extremidades y al igual que nosotros  no podemos interrumpir los movimientos cardíacos de sístole y diástole, hay individuos que no pueden evitar tirar a gente al suelo? El razonamiento es desolador.

Me inclino más por esta teoría.

Siempre me fascinó el hecho de no poder controlar ciertos movimientos y de pequeño me pasaba tardes enteras tumbado en la cama bocarriba intentando evitar de manera voluntaria al menos un latido. Como nunca lo conseguía, luego pasé a ponerme la mano en la barriga para interrumpir la digestión de manera consciente. No sé si llegué a conseguirlo, pero una vez sufrí una gastroenteritis al día siguiente y como yo estaba muy flipado de pequeño, cuando me recuperé  se lo conté a todos mis compañeros en el cole.

Como bien decía Steinbeck, es imposible reconocer a simple vista a los deformes mentales. Imaginad que en lugar de ponerme la zancadilla se le hubiese antojado hacer otra cosa:

-Perdone, le vi correr y no pude evitar hendir mi navaja de boy scout en sus tiernas vísceras, espero que el hecho de que se esté usted desangrando no le predisponga contra mí.

Mientras me desinfecto las magulladuras de las rodillas con agua oxigenada pienso en Steinbeck y en qué motivaría que escribiese ese párrafo que a mí me dio por hojear en la librería y me pregunto si a partir de ahora no será mejor salir a correr con rodilleras y coderas, como si uno fuese la Nancy patinadora.