jueves, 24 de septiembre de 2015

DELIRIOS DE GRANDEZA


Quizás una de las verdades más incómodas a las que nos enfrentamos en algún momento de nuestra vida es comprobar que nadie es imprescindible y que uno no es la excepción, claro está.

No sé de dónde nos viene esa tendencia a singularizar y romantizar a todas las personas y cosas que nos rodean. Tal vez no sea más que un antídoto para combatir la angustia de sabernos finitos.

Comprender que uno es un ser de existencia limitada y asimilar la propia finitud es bien diferente. Cuanto más joven se es, menos consciencia de mortalidad se tiene y por ende, más tendemos a creernos insustituibles, por regla general.

Hay grandes egos incapaces de aceptar su  futura desintegración final. En el fondo, deberían causarnos pena.

No hay nada más liberador que admitir que nadie es irreemplazable y mucho más aún reconocer que uno no es estrictamente necesario para nadie. El adquirir consciencia de ser accesorio te concede la oportunidad de ir y venir, entrar y salir y empezar de cero mil veces o las que hagan falta.

En el otro extremo están los esclavos de la trascendencia, siempre subyugados a la necesidad de relevancia.

Es mejor creerse un mero artículo de bazar barato en el que nadie deposita muchas expectativas que considerarse la Torre Eiffel.

jueves, 17 de septiembre de 2015

SALIR AL ESCENARIO


A veces pienso en que la vida es un continuo cambio de escenario para todo el mundo y que el encuentro entre personas en un escenario determinado está profundamente influenciado por el inmediatamente anterior aunque las personas no se den cuenta de ello la mayoría de las veces.

Dicho de otro modo, como me comporto y reacciono en una determinada situación viene determinado en mayor o menor medida por lo que me ha pasado anteriormente.

Como solo somos capaces de ver el escenario actual de las personas que nos vamos encontrando, la socialización es un continuo malentendido. Lo que te dicen o te hacen desprovisto de trasfondo o “precontexto” no se puede entender completamente, por lo que juzgamos constantemente conociendo solo una parte de la realidad e incurrimos forzosamente en el error.

Creo que por eso me gusta tanto la frase esa atribuida a Platón (vete tú a saber si es verdad que lo dijo él) que dice algo así como “sé amable pues cada persona con la que te cruzas está librando una ardua batalla”.

Cada vez admiro más a la gente amable y educada, esa que es capaz de sobreponerse a sí misma y sus circunstancias en todo momento olvidándose del escenario anterior en cada cambio de escena. Algo así como una versión dulce de la hipocresía. La cordialidad, gentileza y afabilidad desprovista de lisonja y adulación. Pequeños actores y actrices, héroes y heroínas del día a día que consiguen cambiar de registro sin contaminarse.

A ellos les dedico esta entrada.

martes, 1 de septiembre de 2015

EL SECRETO DE LA INFELICIDAD


No sé cuál es el secreto de la felicidad pero sí que podría escribir un tratado acerca de cómo ser un perfecto infeliz.

La clave estaría, sin lugar a dudas, en tratar de complacer a todo el mundo en todo momento. Cuando un objetivo tan sumamente elevado se puede condensar en un enunciado simple y fácil de memorizar, se convierte automáticamente en un dogma. “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” es un claro ejemplo. En lo que aquí nos atañe, la máxima sería: “actúa en todo momento según las expectativas del prójimo hacia tu persona”.

El primer axioma te llevará al paraíso en la vida después de la muerte según la religión católica. El segundo te hará un desdichado sin interrupción en esta.

Ambos propósitos tienen el peso suficiente para que uno se esfuerce a toda costa en conseguirlos.

Cioran decía que hacer cualquier cosa para obtener la salvación es “vender el alma a Dios”.

Véndesela. Otra cosa es que te la quiera comprar. Calvino hablaba de la predestinación de las almas. Dios, en su omniscencia, ya sabe quién va a ir al cielo y al infierno.

Pero no nos desviemos del tema en cuestión y dejemos los temas realmente importantes a los teólogos, que para eso tienen su título universitario. Yo quiero explicarte el secreto de la eterna frustración e infelicidad en la tierra y a ti te interesa.

Complace siempre a todo el mundo, haz lo que se espera de ti, no defraudes a nadie, obra como si fueses una marioneta movida por las expectativas y deseos ajenos y conviértete en el marido o la mujer ideal, el hijo ejemplar, el ama de casa prototípica, el hermano perfecto, la amiga que nunca falla o por qué no, el asesino a sueldo que cualquier magnate contrataría.
 
 
 

Ya lo sé, lo que tú quieres es ser feliz. Vaya, ahí no te puedo ayudar mucho. Ya te lo advertí desde el principio. Pero supongo que si haces lo contrario a lo que te he dicho, quizás obtengas algo parecido a la felicidad. No te garantizo una dicha orgásmica pero sí un cierto sucedáneo de bienestar.

Entonces, vamos a negarnos en todo momento a complacer las expectativas que los demás arrojan irremediablemente sobre nosotros. Vamos a matar al prójimo de un tiro por la espalda.
 
 

Lo sé, es imposible matarlos a todos, pero no está todo perdido aún.

Haz lo que te salga del….co… del corazón, intenta regirte por tus propias ideas y convicciones. Aunque claro, las éticas personales corren el riesgo de ser antagónicas porque ser un asesino a sueldo perfecto choca con el “no matarás” tan anquilosado en la moral de tantas personas.

Este… olvídate de lo que he dicho si eres un psicópata, por favor. Esta entrada no va contigo.

A lo que iba, intenta ser consecuente con tus deseos, metas, aspiraciones, ilusiones, anhelos y actuar de acuerdo a tus principios (absténganse desequilibrados y demás perturbados mentales) Tal vez así seas un poco menos infeliz que intentando contentar a todo el mundo a diestro y siniestro o por lo menos harás que tu existencia sea un poco más sosegada.

Easier said than done, que diría cualquier anglófono. Bueno, piensa que no es fácil pero que la otra opción, matar a todo el mundo para que nadie espere nada de ti y convertirte en un ser desprovisto de expectativas ajenas, es imposible.

Quizás te ayude saber que lo más probable es que nadie hable mal de ti en tu funeral.

La muerte tiene eso, que democratiza y tapa las expectativas ajenas frustradas  sobre cada uno de nosotros.