No sé cuál es el secreto de la felicidad pero sí que podría
escribir un tratado acerca de cómo ser un perfecto infeliz.
La clave estaría, sin lugar a dudas, en tratar de complacer a
todo el mundo en todo momento. Cuando un objetivo tan sumamente elevado se
puede condensar en un enunciado simple y fácil de memorizar, se convierte
automáticamente en un dogma. “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo
como a ti mismo” es un claro ejemplo. En lo que aquí nos atañe, la máxima
sería: “actúa en todo momento según las expectativas del prójimo hacia tu
persona”.
El primer axioma te llevará al paraíso en la vida después de
la muerte según la religión católica. El segundo te hará un desdichado sin
interrupción en esta.
Ambos propósitos tienen el peso suficiente para que uno se
esfuerce a toda costa en conseguirlos.
Cioran decía que hacer cualquier cosa para obtener la
salvación es “vender el alma a Dios”.
Véndesela. Otra cosa es que te la quiera comprar. Calvino
hablaba de la predestinación de las almas. Dios, en su omniscencia, ya sabe
quién va a ir al cielo y al infierno.
Pero no nos desviemos del tema en cuestión y dejemos los
temas realmente importantes a los teólogos, que para eso tienen su título
universitario. Yo quiero explicarte el secreto de la eterna frustración e
infelicidad en la tierra y a ti te interesa.
Complace siempre a todo el mundo, haz lo que se espera de ti,
no defraudes a nadie, obra como si fueses una marioneta movida por las
expectativas y deseos ajenos y conviértete en el marido o la mujer ideal, el
hijo ejemplar, el ama de casa prototípica, el hermano perfecto, la amiga que
nunca falla o por qué no, el asesino a sueldo que cualquier magnate
contrataría.
Ya lo sé, lo que tú quieres es ser feliz. Vaya, ahí no te
puedo ayudar mucho. Ya te lo advertí desde el principio. Pero supongo que si
haces lo contrario a lo que te he dicho, quizás obtengas algo parecido a la felicidad.
No te garantizo una dicha orgásmica pero sí un cierto sucedáneo de bienestar.
Entonces, vamos a negarnos en todo momento a complacer las
expectativas que los demás arrojan irremediablemente sobre nosotros. Vamos a
matar al prójimo de un tiro por la espalda.
Lo sé, es imposible matarlos a todos, pero no está todo
perdido aún.
Haz lo que te salga del….co… del corazón, intenta regirte por
tus propias ideas y convicciones. Aunque claro, las éticas personales corren el
riesgo de ser antagónicas porque ser un asesino a sueldo perfecto choca con el
“no matarás” tan anquilosado en la moral de tantas personas.
Este… olvídate de lo que he dicho si eres un psicópata, por
favor. Esta entrada no va contigo.
A lo que iba, intenta ser consecuente con tus deseos, metas,
aspiraciones, ilusiones, anhelos y actuar de acuerdo a tus principios
(absténganse desequilibrados y demás perturbados mentales) Tal vez así seas un
poco menos infeliz que intentando contentar a todo el mundo a diestro y
siniestro o por lo menos harás que tu existencia sea un poco más sosegada.
Easier said than done, que diría cualquier anglófono.
Bueno, piensa que no es fácil pero que la otra opción, matar a todo el mundo
para que nadie espere nada de ti y convertirte en un ser desprovisto de expectativas
ajenas, es imposible.
Quizás te ayude saber que lo más probable es que nadie hable
mal de ti en tu funeral.
La muerte tiene eso, que
democratiza y tapa las expectativas ajenas frustradas sobre cada uno de nosotros.