Tu vida está
hecha de barro.
En una primera etapa está fresco y es fácil de
moldear, pudiendo cambiar de forma fácilmente.
Llegados a
la segunda fase, el material empieza a solidificar y hay que conferirle un
formato, aunque no se esté del todo seguro del diseño. Este periodo se
corresponde grosso modo con la
adolescencia, la edad perfecta para decir que no se tiene ni maldita idea de lo
que se queremos ser en la vida sin que nadie te mire raro -Es normal, yo a tu edad también tenía muchas dudas.
La
indecisión es quizás la culpable de que nuestras vidas nunca hayan adoptado una
apariencia del todo completa y uno siempre albergue cierta esperanza de llegar
a ser algo diferente a lo que es, incluso bien entrada la adultez – Soy periodista frustrado, eterno aspirante
a cantante, escritor en potencia, psicólogo especializado en ayudar a superar
traumas, siempre quise ser profesor de baile de salón, me hubiera gustado
dedicarme a la pintura si hubiera tenido talento, una pena que no tuviese oído
para la música…
El barro
posee diferentes grados de humedad pero siempre acaba por solidificarse y
convertirse en un objeto de cerámica definitivo.
Llegados a
esta última fase, la única forma de realizar cualquier tipo de alteración a tu
vida es rompiendo de manera brusca una parte de la arcilla seca. Este pico no
me gusta, lo corto. No puedo deshacerme del todo de esta protuberancia pero sí
que la puedo hacer más roma.
El resultado
final somos todos nosotros, tiestos rotos por aquí y enmendados por allá.
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