sábado, 10 de septiembre de 2016

FLUCTUACIONES



Heráclito de Éfeso decía que nunca te puedes bañar en el mismo río porque el agua fluye sin pausa y que lo único certero era el continuo cambio.

Y tenía razón. Nada es estático. Todo muta, mejora, empeora, evoluciona, degenera, crece, disminuye, sube, baja, se evapora, se derrite, se solidifica, arde, crece, envejece, muere…

Las relaciones sociales son tan cambiantes como la materia. Y sin embargo, tendemos a pensar en ellas como algo estático.

Esta persona es “mi amigo”, “mi pareja”, “mi enemigo”, “mi vecino”, “mi compañero de trabajo”, “mi jefe”, “mi ídolo”, “mi prototipo”, etc.

Nos gusta poner etiquetas, clasificar la realidad y ordenarla en cajones. Hay personas más metódicas que otras. Algunas meten dentro del mismo cajón relaciones muy heterogéneas llamándolas por el mismo nombre. Otras, en cambio, son unas obsesas del orden y analizan detenidamente cualquier tipo de relación antes de introducirla en cada compartimento.

No es un error clasificar la realidad para poder lograr entender su complejidad de alguna manera. Es inevitable catalogar para interpretar. Es más, quizás sea la única forma de obtener un  cierto grado de comprensión de lo que nos rodea.

El craso error consiste en cerrar los cajones con llave y pretender eternizar lo perecedero, conferir estatismo a lo dinámico.

No. La vida es un pez que resbala de las manos y no la empuñadura de un machete.

Las consultas de los psicólogos están llenas de personas que se empeñan en atrapar truchas con las manos embadurnadas de aceite.

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