Aquel chaval de doce años que cursaba séptimo de EGB y sacaba
sobresaliente en todas las asignaturas menos en Educación Física recibió una
tarde la visita de un extraño matrimonio compuesto por una señora gorda que
llevaba un poncho color verdoso con dos borlas que jugueteaban moviéndose como
un péndulo cada vez que ella hacía el más mínimo movimiento y un señor de
dentadura medio podrida y pelo rizado grasiento.
-Hola, ¿estás tú sólo?
-No.
-¿Por qué no llamas a tu madre?
-Un momento.
Cuando su madre le preguntó de quién se trataba la visita, no
supo qué decir porque aquel niño era incapaz de llamar a las cosas por su nombre.
-Un hombre y una mujer- respondió sin ser capaz de dar más
detalles al respecto.
La gorda del poncho y el hombre que hacía caso omiso a las
revisiones odontológicas anuales y era incapaz de controlar la excesiva
secreción de sebo de su cuero cabelludo fueron conducidos al salón de la casa.
-Estamos aquí para hacerle ver la importancia de la
mecanografía hoy en día. Si su hijo que hoy es un renacuajo no aprende cuanto
antes, lo tendrá crudo el día de mañana. Ahora no se va a ningún sitio si no se
sabe escribir a máquina.
La madre escuchaba con atención la advertencia de aquellos
visionarios alarmistas haciendo caso omiso a los prejuicios que seguramente le
despertaban el aspecto desagradable de
la visita.
-Oye, ven aquí. Mira, siéntate y pon las manos encima de la
mesa.
El niño obediente de las buenas notas hizo lo que le
pidieron.
-Coloca la mano derecha y la izquierda en la fila central de
teclas de la máquina de escribir que hemos colocado en la mesa.
-¿Así?
-Muy bien. Esta es la posición inicial que adopta todo aquel
que sabe escribir bien a máquina. Ahora te vamos a hacer una pregunta: ¿Para
qué crees que se utilizará el dedo pulgar, es decir, los dedos gorditos?
El niño corroboró que lo que intuía era cierto, además de
poco aseados, los intrusos subestimaban su inteligencia al verse obligados a
aclararle lo que era el dedo pulgar.
-Pues imagino que será para pulsar la tecla larga que hay
abajo.
-¡Muy bien! ¡Fantástico! Esa tecla se llama “barra
espaciadora”. Este niño vale para la mecanografía.
No hizo falta mucha dialéctica para convencer a la madre para
que apuntara a su hijo al cursillo de mecanografía que ellos iban a impartir en
el pueblo en el que vivían. El chiquillo era inquieto y tenía siempre buena
disposición a aprender cosas nuevas, el precio del curso, sin embargo, era algo
elevado, pero el matrimonio de desaliñados prometía “regalar” un curso de
informática al finalizar el de mecanografía.
Una vez cerrado el trato. Los zarrapastrosos entregaron al
chaval una carpeta y le indicaron el horario de clases semanales despidiéndose
de él haciendo uso de un tono infantil desmesurado que llegó a incomodarle.
-Bueno, chiquitín. Nos vemos el próximo lunes a las ocho de
la tarde para empezar las clases. Ya verás qué fácil y qué pronto aprenderás a
manejar este trastajo.
Como era viernes, el niño pasó el fin de semana deseando de que
llegara el lunes y ensayando con la Olivetti de su hermano mayor. En uno de
esos ensayos, su hermana, que le llevaba diez años de edad, lo vio peleándose
con las teclas que siempre se le quedaban atascadas y le dijo:
-¿Al final te ha apuntado mamá al curso? ¿Vas a aprender a
escribir a máquina como en las películas americanas cuando van a poner una
denuncia a la comisaría? ¡Qué guay!
-Sí, ya sé pulsar la barra espaciadora. Mira, es con los
dedos gorditos.
-A mí me hubiera encantado haber aprendido a escribir con
todos los dedos y sin mirar al teclado. Debe ser super complicado. No te veo yo
muy capacitado.
-¿Por qué no?
-Eres muy chico y eso sólo lo saben hacer los notarios y los
que trabajan en oficinas, aparte de los de las películas americanas, pero eso
son actores y en realidad no saben tampoco, hacen como que saben.
-Pues yo pienso aprender a escribir como Jessica Fletcher, la
de “Se ha escrito un crimen”.
CONTINUARÁ.
A mi también me apuntó mi madre a la "Academia de Mecanografia Brescia" que estaba en mi barrio! a mi me molaba mucho ir, me sentía como una secretaria muy profesional. En la carrera agradeci mucho saber escribir sin mirar el teclado como Jessica Fletcher ;) Maite Arrebola
ResponderEliminarOye, pues esto está muy bien. Me han entrado ganas de comentar casi todos los posts, que a alguno de esos temas no sabes la hartá de vueltas que yo le doy, pero como son ya antiguos supongo que no viene a cuento. Eso sí: ya estás tardando en continuar esta historia, digo yo. Tu compañera de nicho.
ResponderEliminarPues yo también me apunté a una academia de mecanografía en su tiempo, y bien contento que estoy de haberlo hecho.
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