sábado, 19 de julio de 2014

PESIMISMO EN EL CLAN FAMILIAR


Acabo de buscar en el diccionario de la RAE la palabra “chacho” y no recoge la acepción de “parentesco familiar, tío”; así que supongo que cuando mi madre me enseñó a referirme a mis tíos llamándoles chachos era por el motivo que yo siempre he pensado. Son muy mayores.

Me llevo veinte años con mi hermano mayor, de lo cual se desprende que mis padres son mayores, mis tíos son mayores y hasta  todos mis primos son mayores que yo, algunos tan mayores que yo no sabía que eran primos míos porque uno siempre tiene esa imagen del primo que es más o menos de tu edad y juega contigo de pequeño y no de la prima que viene a casa a hablar de los papeles que le van a pedir cuando quiera jubilarse mientras tú estás viendo los dibujos animados bebiéndote un batido de chocolate.

En párvulos, cuando tocaba dibujar a la familia siempre me caía la misma pregunta por parte de mis compañeros de clase: “¿Tú no tienes titos?”

-No-respondía-  pero tengo un “chacho” que piensa que todo es una mierda.

No podría referirme a mi chacho llamándole tío o tito, es demasiado mayor. Si lo hiciera, pensaría que me estoy mofando de él. Cualquier día de estos lo llamo “tito” sólo por verle la cara que pone. Además, conociendo su carácter tampoco le pegaría el apelativo cariñoso “tito”. Él no lo sabe pero es un filósofo de la escuela del pesimista Schopenhauer que decía que “No hay que esperar mucha felicidad para no ser muy infeliz”. Mi chacho es el artífice de citas tan desmoralizantes como: “Ya mismo es uno un viejo caduco y un viejo no es más que una máquina de fabricar mierda”

Ya os advertí que cuando mi madre me instaba a llamarlo “chacho” era por algo.

Tanto él como mi madre son dos pesimistas natos, pero a diferencia de mi madre, mi chacho es además de pesimista el primer referente de misantropía que tuve en mi vida.

Me temo que yo sigo con la tradición familiar en este aspecto y no creo que nadie me describa nunca como un optimista.

El pesimismo heredado por parte de mi familia materna es sin embargo, un pesimismo útil a lo Schopenhauer.  Más de una vez, me he parado a analizar por qué cualquiera de los tres (mi madre, mi chacho o yo)  reaccionaría ante una nimia molestia tipo padrastro en el dedo índice sentenciando: “Lo que tiene uno ya es que morirse”.

Obviamente, hay una figura retórica dentro de este tipo de comentarios, la hipérbole, de la cual tanto mi chacho, mi madre y yo abusamos a diario. Somos unos pesimistas desmesurados porque canalizamos nuestra frustración de manera errónea y pensamos como Schopenhauer, que hay que esperar poco de la vida en general para no llevarse chascos. Claro está, ante el resto de los miembros de la familia somos unos excéntricos exagerados que provocamos la carcajada en pequeñas dosis y el más absoluto hartazgo si tenemos un día chungo, ya prácticamente nadie nos toma en serio dentro de la familia, y con razón.

Antonio Gramsi decía que el pesimismo era un asunto de la inteligencia y el optimismo de la voluntad.

No sé si es voluntad lo que les falta, pero sí es cierto que tanto mi madre como mi chacho son personas que rebosan ingenio. Es una pena que lo usen de manera autodestructiva la mayoría de las veces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario