lunes, 21 de julio de 2014

PSICÓPATAS Y DEFORMES MENTALES


Una vez, hojeando “Al Este del Edén” de John Steinbeck en una librería (hojear libros en librerías y bibliotecas es uno de mis hobbies incomprendidos), leí un pasaje en el que el narrador nos contaba la diferencia entre las deformaciones físicas, obvias a la vista e inocuas para el que las percibe; y las deformaciones psíquicas, no observables y altamente peligrosas. Tenía Steinbeck más razón que un santo.

Uno va tranquilamente haciendo fúting por la calle y de repente se cruza  un deforme mental que te pone la zancadilla y te tira al suelo.

-Perdone usted, ¿se ha hecho daño?

¿Cómo es posible que este desequilibrado me ponga la zancadilla y no se atreva a tutearme?- pensé.

-¿Por qué me has puesto el pié? ¿Acaso querías que me cayera?- yo sí le tuteé, porque ningún protocolo establece que haya que dar tratamiento de cortesía a quien te pone un obstáculo mientras estás haciendo deporte.

-Perdóneme, es que no lo he podido evitar.

Y yo me pregunto: ¿cómo es posible no poder controlar el movimiento de tus extremidades inferiores? ¿Acaso será verdad lo que dijo y para él es inevitable ir poniendo zancadillas de la misma manera que es inevitable parar el corazón o el estómago  de manera consciente para los no deformes mentales?

El tío me ayudó a levantarme mientras se sonreía. No lo hizo mostrando los dientes pero sí percibí una leve sonrisa tipo Gioconda y yo, que estoy bien curtido de películas tipo sobremesa de antena tres en las que tu nueva vecina atropella a tu madre y empapa un pañuelo en el charco de sangre para pasarla por el parachoques de tu coche sin que tú lo sepas y encima se presenta al funeral consternada diciendo: “¡qué horror! ¡qué clase de desalmado ha podido hacer una cosa así!”, salí huyendo despavorido de su cortesía.

No he podido parar de reflexionar acerca del episodio y del psicópata en cuestión. ¿Con qué objetivo uno va poniendo zancadillas a viandantes para después levantarlos con una media sonrisa?

Descarto la teoría del robo. Los deportistas no solemos llevar cartera ni móvil, sólo las llaves de casa y poco más.

¿Será que tiene una especie de falta de control sobre el movimiento de sus extremidades y al igual que nosotros  no podemos interrumpir los movimientos cardíacos de sístole y diástole, hay individuos que no pueden evitar tirar a gente al suelo? El razonamiento es desolador.

Me inclino más por esta teoría.

Siempre me fascinó el hecho de no poder controlar ciertos movimientos y de pequeño me pasaba tardes enteras tumbado en la cama bocarriba intentando evitar de manera voluntaria al menos un latido. Como nunca lo conseguía, luego pasé a ponerme la mano en la barriga para interrumpir la digestión de manera consciente. No sé si llegué a conseguirlo, pero una vez sufrí una gastroenteritis al día siguiente y como yo estaba muy flipado de pequeño, cuando me recuperé  se lo conté a todos mis compañeros en el cole.

Como bien decía Steinbeck, es imposible reconocer a simple vista a los deformes mentales. Imaginad que en lugar de ponerme la zancadilla se le hubiese antojado hacer otra cosa:

-Perdone, le vi correr y no pude evitar hendir mi navaja de boy scout en sus tiernas vísceras, espero que el hecho de que se esté usted desangrando no le predisponga contra mí.

Mientras me desinfecto las magulladuras de las rodillas con agua oxigenada pienso en Steinbeck y en qué motivaría que escribiese ese párrafo que a mí me dio por hojear en la librería y me pregunto si a partir de ahora no será mejor salir a correr con rodilleras y coderas, como si uno fuese la Nancy patinadora.

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