Míster perfecto tiene un alto concepto de sí mismo para tapar
con artimañas seminvisibles su mediocridad.
Se rodea de cobistas y lisonjeros vulgares que no le hagan
sombra y le permitan imponer sus historias.
Se decanta por la novedad, uno ya no ve nada significativo en
la gente a la que conoce desde hace siglos.
Le gusta contar historias semiverdaderas que acaba por
convertirlas en fidedignas a base de contárselas repetidas veces a sí mismo. Cuando
uno se relata una historia a sí mismo varias veces, se la narra exagerando las
partes que le conviene obviando las partes que lo dejan en mal lugar, llegando
a creerse su propia versión distorsionada.
Una vez que consigue autoembaucarse, camina con paso más
firme y mueve las manos con seguridad al contarle a los demás la verdad
alterada que acaba por imponer sin encontrar muchos obstáculos.
Imponer una historia no da contento a la larga, al final es
como si sólo se la contara uno a sí mismo y eso carece de gracia; si no se ve
apoyada nada más que por los aduladores y serviles acólitos, es como jugar al
ajedrez sin rival. Por eso, Míster Perfecto elige alguna cabeza de turco que
ose llevarle la contraria y le sirva al mismo tiempo de aliciente para defender
su interpretación manipulada de la realidad.
Míster Perfecto no es del todo consciente de que lo que
comenzó como un burdo pasatiempo ahora es su modus vivendi, puesto que ahora es lo único que le reporta
satisfacción a su edad.
Ha perdido el control abusando de él, pero ya es demasiado
tarde para contradecirse a sí mismo rebatiendo su historia, su crónica, su
única verdad.
Cualquier politico pidria ser mister perfecto.
ResponderEliminarTambien cualquier lider pandillero que lo es gracias a su dinero.
Un especímen que cada vez abunda más y es lógico; si desde que triunfa el fondue, ya solo prima la fachada y no importa que el interior siempre sepa al mismo seudomazapán, es normal que en las personas solo importe el barniz que las cubre aunque dentro...
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