Quizás algún día, en vez de echar la zancadilla al vecino
optemos por acercarnos a preguntarle si necesita algo de sal para ese plato que
huele tan bien desde el patio de casa y quién sabe si el vecino se decida
incluso a invitarnos a tomar una copa de vino mientras termina de hacerse la
comida para ofrecernos una ración.
Si nos envolvemos de optimismo, puede que intentemos incluso
dar un paso más y adoptemos la costumbre de sonreírle siempre que nos lo
encontremos de frente, aunque no tengamos motivos aparentes, así porque sí , y
dejándose llevar por la inercia, a lo mejor él hace lo mismo y nos devuelve el
gesto alegrándonos el día:
-¡Qué buena persona es
mi vecino, me sonríe siempre que me ve y me invitó a una copita de vino!
¡Fíjate que hasta me dio una fiambrera para que lo probara!
-Bueno, ¿estás seguro
de que lo hizo sin esperar nada a cambio?
-¡Cómo eres! Sólo le
ofrecí un poco de sal.
-¡Qué osadía! ¡Qué va a
pensar tu vecino de una persona que llama a la puerta de su casa con la excusa
de ofrecer un poco de sal para ver si obtiene un plato de comida a cambio!
…
Tengo un vecino que
tiene un morro increíble, el otro día me llama a la puerta porque dice que
huele muy bien lo que estoy cocinando y adivina lo que me suelta.
-A ver… ¡Sorpréndeme!
-Que si necesitaba “un
poquito de sal” para el guiso.
-Menudo morro se gastan
algunos… ¿y qué le dijiste?
-Que soy hipertenso y
que muchas gracias. Educación ante todo.
(Risa malévola)
Pero mientras llega ese día, sigua esbozando ese gesto huraño a
todo desconocido y vaya a lo suyo, por lo menos no se meta en lo que hacen los
demás. ¡Ah! Y muy importante, no abra nunca la puerta a desconocidos.
Anquilósese en su jaula de oro y baje el volumen del televisor si alguien llama
a la puerta de su casa fingiendo su ausencia. La vida está muy mala y uno no se
puede fiar ya de nadie. No se preocupe, en cuanto no abra la puerta unas
cuantas veces, no le volverán a molestar nunca más.
Siga su vida ignorando a sus vecinos. Aristóteles mentía
cuando decía que el hombre era un ser social por naturaleza porque no lo
conoció a usted. Es una pena que no pueda usted invitar a café a Hobbes, del cual es
usted fan acérrimo, ya sabe, por aquello de “El hombre es un lobo para el
hombre”. Aunque claro, si pudiera, no iría usted a poner en práctica lo que le
obligó a bajar el volumen del televisor yendo a molestarlo para invitarlo a un
cafelito.
No. Usted no mueva un dedo por cambiar. La culpa es siempre
del que vino por la sal para sacarle un plato de comida.
-Antes la tiro a la
basura que dársela al gorrón este.
-Bueno, tan solo te
estaba ofreciendo sal…
-Nadie da duros a
cuatro pesetas.
-Yo que sé, igual te
vendría bien charlar y conocer gente nueva.
-¿Aprovechados? Para
eso me quedo como estoy.
La vida se vuelve a veces un empeño absurdo por seguir
inmóviles en el estado actual cerrándonos puertas y aludiendo a la situación
presente de las cosas para continuar anclados en lo mismo. La vida es a veces
un bucle de incoherencia.
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