miércoles, 12 de noviembre de 2014

INMOVILISMO


Quizás algún día, en vez de echar la zancadilla al vecino optemos por acercarnos a preguntarle si necesita algo de sal para ese plato que huele tan bien desde el patio de casa y quién sabe si el vecino se decida incluso a invitarnos a tomar una copa de vino mientras termina de hacerse la comida para ofrecernos una ración.

Si nos envolvemos de optimismo, puede que intentemos incluso dar un paso más y adoptemos la costumbre de sonreírle siempre que nos lo encontremos de frente, aunque no tengamos motivos aparentes, así porque sí , y dejándose llevar por la inercia, a lo mejor él hace lo mismo y nos devuelve el gesto alegrándonos el día:

-¡Qué buena persona es mi vecino, me sonríe siempre que me ve y me invitó a una copita de vino! ¡Fíjate que hasta me dio una fiambrera para que lo probara!

-Bueno, ¿estás seguro de que lo hizo sin esperar nada a cambio?

-¡Cómo eres! Sólo le ofrecí un poco de sal.

-¡Qué osadía! ¡Qué va a pensar tu vecino de una persona que llama a la puerta de su casa con la excusa de ofrecer un poco de sal para ver si obtiene un plato de comida a cambio!


Tengo un vecino que tiene un morro increíble, el otro día me llama a la puerta porque dice que huele muy bien lo que estoy cocinando y adivina lo que me suelta.

-A ver… ¡Sorpréndeme!

-Que si necesitaba “un poquito de sal” para el guiso.

-Menudo morro se gastan algunos… ¿y qué le dijiste?

-Que soy hipertenso y que muchas gracias. Educación ante todo.

(Risa malévola)

 

Pero mientras llega ese día, sigua esbozando ese gesto huraño a todo desconocido y vaya a lo suyo, por lo menos no se meta en lo que hacen los demás. ¡Ah! Y muy importante, no abra nunca la puerta a desconocidos. Anquilósese en su jaula de oro y baje el volumen del televisor si alguien llama a la puerta de su casa fingiendo su ausencia. La vida está muy mala y uno no se puede fiar ya de nadie. No se preocupe, en cuanto no abra la puerta unas cuantas veces, no le volverán a molestar nunca más.

Siga su vida ignorando a sus vecinos. Aristóteles mentía cuando decía que el hombre era un ser social por naturaleza porque no lo conoció a usted. Es una pena que no pueda usted invitar a café a Hobbes, del cual es usted fan acérrimo, ya sabe, por aquello de “El hombre es un lobo para el hombre”. Aunque claro, si pudiera, no iría usted a poner en práctica lo que le obligó a bajar el volumen del televisor yendo a molestarlo para invitarlo a un cafelito.

No. Usted no mueva un dedo por cambiar. La culpa es siempre del que vino por la sal para sacarle un plato de comida.

-Antes la tiro a la basura que dársela al gorrón este.

-Bueno, tan solo te estaba ofreciendo sal…

-Nadie da duros a cuatro pesetas.

-Yo que sé, igual te vendría bien charlar y conocer gente nueva.

-¿Aprovechados? Para eso me quedo como estoy.

 

La vida se vuelve a veces un empeño absurdo por seguir inmóviles en el estado actual cerrándonos puertas y aludiendo a la situación presente de las cosas para continuar anclados en lo mismo. La vida es a veces un bucle de incoherencia.  

 

 

 

 

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