martes, 25 de noviembre de 2014

NUESTRO MEJOR AMIGO


Dicen los psicólogos que no somos conscientes de que la persona con la que más tiempo hablamos y cuya opinión más nos importa no es otra que nosotros mismos. Recuerdo cómo una profesora nos hizo rellenar un cuestionario en el que una de las preguntas que había que responder era: ¿Cómo se llama tu mejor amigo/a? Ni qué decir tiene todo el mundo se extrañó acerca de dicha cuestión y todos pusimos algún nombre de alguien a quién le concedimos el honor de ocupar un lugar tan privilegiado en nuestras vidas.

Cuando nos invitó a compartir las respuestas, nos dijo que todos estábamos equivocados puesto que nuestros mejores amigos éramos nosotros mismos.

El autodiálogo o nuestra corriente de pensamiento nos pasa desapercibido, nos hemos habituado hasta tal punto a él que a veces no somos conscientes de su poder.

¿Quién se libra de empequeñecerse llevando un déspota maltratador emitiendo juicios de valor negativos veinticuatro horas al día? La autocrítica llevada al extremo hace más daño que el látigo del peor de nuestros enemigos.

¿Quién no se convierte en un ser extremadamente soberbio y prepotente siendo portador de una voz interna que manifiesta apoyo incondicional a todas sus acciones? El autoelogio desorbitado engendra especímenes cargantes e insufribles.

En teoría nunca estamos solos puesto que nuestra propia compañía no debería resultarnos despreciable. Nos pasamos el día de la mano de la persona que más nos importa y a veces somos ajenos a semejante perogrullada. Tiene que venir un meapilas a recordárnoslo.

Y sin embargo, por muy conscientes que seamos de ello, seguimos incurriendo en el error de infravalorar nuestro propio criterio.

La seguridad en uno mismo debe ser un estado de consciencia más o menos estable de dicha realidad, respetar la envergadura de nuestras reflexiones y pensamientos. En definitiva, ser conocedores de la repercusión de nuestro propio juicio.

2 comentarios: