Piensa en la última vez que intentaste quitarle hierro a
alguna nimiedad que te estaba amargando la vida (permitidme el uso de la
hipérbole) y reflexiona por qué aún
siendo consciente de la poca envergadura de la preocupación, no conseguiste
quitarle hierro y anduviste una buena parte del día dándole vueltas al asunto.
Me refiero a ese tipo de menudencias de primer mundo que te
sacan de quicio. Por ejemplo, los zapatos que me he comprado me aprietan el pie
y no puedo cambiarlos por otros porque los compré cuando estaba de vacaciones y
no es plan de viajar 600 kilómetros para ir a una zapatería.
Otro ejemplo, si le hubiera dicho esto no me habría
respondido aquello y no se habría salido con la suya llevándonos a ese
restaurante de mala muerte.
Cuando te pase eso, agarra un punzón y hazte pequeñas
incisiones en la mano para desviar la atención del cabreo. Verás cómo funciona.
Es broma, hiperventila mejor a ver si consiguiendo un mareo vences al
monstruito aunque solo sea momentáneamente.
Medio mundo se debate en guerras y hambre y tú te cabreas
porque no te abrochan los pantalones.
La prostitución infantil es una lacra en países del tercer
mundo y tú te enervas porque no consigues encontrar unos zapatos que te vayan a
juego con el vestido para la boda a la que por cierto vas más por compromiso
que por voluntad propia.
Millones de personas no tienen acceso a agua potable y a ti
te ha salido un grano en la frente (encima con un montón de pus y se nota que
te cagas, ¡drama!)
El mundo es un baile de contrastes y el ser humano posee una
perspectiva inmediata y centrada en su entorno más inmediato que lo torna un ser de lo más
ridículo.
Pues eso, igual en vez del punzón, cuando te cabrees por
alguna idiotez, mejor ábrete al mundo e igual encuentras un montón de razones
para dejar atrás esa aura de ser atribulado que te sienta tan mal y baja tus
defensas haciéndote propenso a contraer cualquier tipo de infección. OPEN YOUR
MIND!
No hay comentarios:
Publicar un comentario