Hoy me dio por pensar
en qué sería de la sociedad actual si todos y cada uno de nosotros fuésemos en
todo momento realmente conscientes de ser pasajeros a bordo de una nave con
destino a ninguna parte (alias muerte) y si los convencionalismos y rituales
que sustentan la sociedad capitalista actual no se vendrían abajo si todos
tuviésemos un pequeño reloj en la muñeca con una cuenta atrás hasta el fin de
nuestros días.
La negación de la
muerte y el instinto de supervivencia son los dos pilares que sustentan la
convencionalidad, ¿qué pasaría si el Carpe Diem dejase de ser un tópico para
convertirse en un leitmotiv real que gobernase nuestras vidas? ¿La vida sería
mejor o peor que ahora?
Quizás la consciencia real y omnipresente de la muerte
acabaría con la clase productora que terminaría por aburguesarse y convertir el
planeta Tierra en un oasis de hedonistas insostenible que devendría en la
aniquilación de la especie humana. O tal vez el hecho de ser conscientes de la
fecha de caducidad del prójimo en todo momento nos haría ser más empáticos.
Lo confieso, el tema muerte me obsesiona. Pienso en ella a
diario y me hace meditar muy a menudo. Algunas veces, el hecho de pensar en
ella me ayuda a relativizar el miedo que le tenemos. ¿Qué más da todo si al fin y al cabo vamos todos
al mismo sitio? ¿por qué nos empeñamos
en arrebañar unos cuantos míseros e insignificantes años a la vida si la muerte
es eterna?
Otras veces, me causa una tristeza infinita. Somos tan
sumamente antropocéntricos aún que necesitamos creernos perpetuos e inventamos
mil formas de sobrevivir a la muerte (cielos, reencarnaciones e incluso
infiernos)
El infierno da muchísimo miedo, el cielo no tiene tanto tirón, quizás porque
si existiese sería una tierra despoblada, ¿o acaso podemos esperar que algún
ser humano que viva en sociedad cumpla los requisitos para ingresar dentro del
mismo?
Por eso no creo en lo que dicen los psicólogos de que no hay
que castigar o amenazar a los niños sino recompensarlos cuando hagan algo bien.
El infierno mueve más conciencias que la promesa de un paraíso para justos.
No sé, supongo que el hecho de que hoy casi me atropella un
coche al cruzar un paso de peatones ha contribuido en gran medida a esta
reflexión tan tremendista.
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