Conviene tener en
mente aquello del “memento mori”
(recuerda que te vas a morir algún día) para relativizar los
contratiempos u obstáculos del día a día que a veces te dan la sensación de
eternidad al hacerte sentir demasiado vivo. Pocas cosas puede uno afirmar sin
riesgo a equivocarse, entre ellas está la del poder democrático de la muerte,
la única cosa que de verdad es ecuánime hoy por hoy.
¿Qué le ocurre al
cuerpo humano al morir?
La duración del
proceso de descomposición varía según el clima y otros factores.
Primero los
médicos deben certificar que alguien ha muerto. Escuchan durante un minuto si
el corazón está latiendo y toman el pulso también durante un minuto.
Hay que asegurarse
de que no esté respirando y revisar las pupilas con una linterna para comprobar
que no responden al estímulo de la luz.
Si todavía tienes
dudas, puedes frotarle el esternón. Éste es un procedimiento doloroso: si la
persona no está muerta, reaccionará en seguida, a causa del dolor.
Cuando el corazón
deja de latir, la sangre deja de circular, se espesa y se coagula. Al dejar de
circular, comienza a acomodarse por el peso de la gravedad en un proceso
conocido como livor mortis o lividez post mórtem.
Sin circulación,
el cuerpo comienza a perder temperatura y los músculos se endurecen, en un
proceso conocido como rigor mortis.
Este proceso suele
iniciarse después de 4 o 6 horas, primero en los músculos más pequeños como los
de los párpados o la mandíbula, luego le sigue el cuello, y más tarde los
músculos más grandes como los brazos o las piernas. Dura entre 36 y 48 horas,
dependiendo de una serie de circunstancias. El frío, por ejemplo, puede alargar
el rigor mortis. Pero si uno tiene fiebre cuando muere, se acelera.
Al dejar de
respirar, las células ya no se nutren de oxígeno. Sin oxígeno, la mitocondria
dentro de las células no puede producir adenosín trifosfato, una sustancia
química que cumple una serie de funciones celulares.
En el momento en
que la rigidez cadavérica termina, el cuerpo se habrá enfriado a la temperatura
del ambiente. La piel de la cabeza y el cuello se decolorarán y se extenderá al
pecho, los muslos y el resto del cuerpo.
Las células
muertas comienzan a romperse y a liberar toda clase de sustancias -incluidas enzimas-
que crean un ambiente ideal para las bacterias y los hongos, que comienzan a
descomponer el cuerpo.
Durante el proceso
de descomposición, las bacterias despiden una gran variedad de derivados
químicos. Dos en particular, la putrescina y la cadaverina, ambas de un olor
muy desagradable.
Los rasgos
faciales se volverán irreconocibles y el cuerpo comenzará a oler a carne
podrida. Después de tres días el gas comienza a acumular las bacterias y, como
el cuerpo ya no puede combatir, éstas comienzan a disolver los tejidos. El gas
forma burbujas de 2,5 a 5 cm de diámetro en la piel. También se producen
compuestos que contienen azufre. El cuerpo puede hincharse y derramar líquido
por los orificios.
Como el cuerpo se
encoge y la piel se marchita, las uñas de los pies y manos dan la sensación de
haber crecido unos milímetros.
El cabello crece
muy poco cada día. Pero cuando uno muere este proceso se detiene. Es decir, no
es que las uñas crezcan, sino que la piel que las rodea se retrae. Y a medida
que se deshidrata, las uñas van pareciendo un poco más largas.
Lo mismo pasa con
la piel de la barbilla de un muerto: se retrae y hace que los vellos sean más
prominentes.
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