Puede ser que algún día se nos abran de una vez por todas los
ojos y nos demos por fin cuenta de cuán absurdas son nuestras preocupaciones
cotidianas de primer mundo y aprendamos por fin a vivir en el presente, sin
proyectar al futuro ni volver la vista atrás, sin compararnos con nadie para
salir perdiendo o ganando (no sé cuál de las dos modalidades es más venenosa)
Puede que seamos conscientes de que todo excepto el “ahora”
es un mero espejismo y dejemos de temer los peligros en potencia o los fantasmas
de antaño.
Puede que en algún momento el mundo se ponga de acuerdo en vivir
el momento actual exclusivamente, inspirando y espirando mientras dice ooooooohhhhmm, prolongando mucho la
vocal para que sea más efectivo.
Menos probable, pero no descartable (todo tiene solución
menos la muerte) es que todos nos cojamos de la mano como hermanos y sintamos
la energía positiva fluir a través de nuestra corporeidad, mirando con dulzura
a quienes tenemos al lado y sonriendo sin mostrar los dientes, como miran las buenas personas a los transeúntes desconocidos.
Quizás estemos a muy poco de conseguir eliminar todo tipo de
barreras que nos separan por clase social, raza, sexo, religión, grado de
afinidad o talla de zapatos.
Pero mientras alcanzamos ese estadio evolutivo que todavía
somos incapaces de vislumbrar, recuerda que ya mismo llega la Navidad, y
con ella, se esfuman de un plumazo todas
y cada una de las malas personas, así que no te pongas triste, campeón/a.
¡Menos da una piedra!
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