Hace ya mucho tiempo, tuve la mala suerte de toparme en mi
camino con un auténtico negrero incorregible que jamás da su brazo a torcer en
su afán de perfeccionismo y de forma despiadada me maltrata con sus continuas
exigencias de excelencia.
Lo reconozco, no puedo luchar contra él por más que me lo
proponga. Es altamente tenaz e inflexible. Si me excedo en una comida o pierdo
el tiempo en menesteres poco provechosos, me mira con desprecio llamándome
pusilánime. Yo siempre agacho la cabeza, ya que por más que intente convencerlo
de que su férrea disciplina me encorseta ahogándome y que la vida es algo más
que todo eso, nunca consigo ablandarle el corazón. Es un auténtico tirano.
Nunca me permite llegar tarde a las citas y si alguna vez,
por causa de fuerza mayor, me retraso, escucha mis excusas más que
fundamentadas con desdén y me hace sentir mal. Llega a humillarme en público.
Es un déspota desalmado.
Recuerdo la última vez que me gritó “inútil” porque no conseguía
deshacer un enredo en el cordón de la persiana veneciana del salón o aquella
vez que me llamó “desastre” porque olvidé la bolsa de aseo en casa en uno de
mis viajes. De poco sirvió que le dijera que tampoco era tan importante lo que
había en ella y que al fin y al cabo, volvería a casa dentro de dos días. No me
perdonó el descuido. Es un vil opresor.
Lo peor de todo es que el despreciable autócrata me persigue
a todas partes porque el dictador del que os estoy hablando soy yo mismo.
Lucho a diario por desoir mis autoimposiciones y mis minuciosas
demandas conmigo mismo.
Es curioso, me considero una persona indulgente y flexible
con los demás ya que he aprendido a relativizar y a no tomarme la vida
demasiado en serio, pero mi parte tirana sigue saliendo a flote con demasiada
frecuencia todavía. Supongo que algún día seré capaz de reunir el suficiente coraje
para plantarle cara a mi faceta dictatorial para conmigo y organizar un motín
interno que me libere y me permita caminar sin el miedo de ver su sombra a mis
espaldas.
Por un momento pensé que hablabas de otra persona que tú y yo conocemos... De todas formas, Jesús, no seas tan exigente contigo mismo
ResponderEliminarPor un momento pensé que hablabas de otra persona.... De todas formas Jesús, no seas tan exigente contigo mismo.
ResponderEliminarComo siempre, me encanta lo que escribes. ¡Libérate Jesús! Un abrazo
ResponderEliminarJa, ja, a mí me ha pasado como a Pepi, creo ;-P En fin, nada mejor que un automotín; yo a veces lo he preparado meticulosamente a la manera de Long John Silver, pero en el último momento... Confío en que si te automotinas compartas también aquí tu experiencia.
ResponderEliminar