Que estamos inmersos en una vorágine de mensajes
publicitarios continuos guiándonos como a borregos hacia el producto que las
grandes firmas nos quieren vender no es nada que me haga erigirme en un crítico
visionario del espíritu de consumismo exagerado que ha resultado ser el motor
de la economía actual y que nos llevará a la autodestrucción por exterminio de
recursos del planeta junto con la superpoblación del mismo. Cada vez somos más
numerosos y más fáciles de convencer.
Enciende la tele y empieza a digerir mensajes de terrorismo
sanitario.
Ya es más que sabido por todos que el colesterol no avisa y
que la osteoporosis te va a joder la vida sí o sí y que por consiguiente más te
vale comprarte los botecitos tan monos que anuncian los comerciales y que a
modo de pócima de Astérix te convertirán en un ser inmortal.
Si estás desayunando,
pregúntate si lo han hecho tus defensas, porque de lo contrario estarás
expuesto a todo tipo de invasiones víricas que solo evitarás comprando otro
botecito de brebaje que acabará con el ayuno de tu sistema inmunológico
¡Animalito, no pensarías dejarlo sin probar bocado¡ Así que afloja tu billetera
y descarta imitaciones porque el lavado de cerebro colectivo es tal que te
tacharán de mezquino si te decantas por la opción más económica de marca blanca
que venden algunos establecimientos.
En un segundo grupo están los anuncios que yo he clasificado
en la categoría de “tú no vas a ser nunca viejo/a, cariño” y que lo integran
una serie de ungüentos que te harán parecer de media diez años más joven de lo
que eres rellenando las arrugas de tu rostro y desafiando la ley de la gravedad
de la que Newton hablaba; de hecho, si haces la prueba y le aplicas el producto a un niño de diez años, volverá al útero materno ipso facto. En un futuro, será fácil diferenciar a los
pobres y a los ricos escépticos de los
ricos consumidores de lo que los ingleses llaman “wonder products”; gracias a
ellos, sólo los primeros tendrán patas de gallo de mayores y sólo los segundos
tendrán un pelo bonito.
Es fácil vender amenazando con la vejez, así
cualquiera.
Siguiendo muy de cerca están los productos que te harán bajar
de peso. Se puede ser joven o parecerlo, pero no gordo, y mucho menos tener celulitis o flacidez,
como estrategia disuasoria, los modelos del “antes de” aparecen sin maquillaje
y mal peinados para encima de gordos parecer más feos de lo que son.
Por si fuera poco, tenemos que escuchar las promesas de
recuperación y mejoría económica que nos quieren vender los políticos con
máximas tan ingeniosas como: “Hemos dado a este país lo que este país
necesitaba”.
Y en un rincón del sofá, en pijama, despeinado, con ojeras,
granos, arrugas imperfecciones, miedos, complejos, nostalgia de tiempos
pasados, grasa abdominal, condiciones laborales precarizadas, flacidez en el
rostro, dientes manchados, piernas cansadas y varices, hemorroides, colesterol,
anemia, puntas abiertas, cabello graso o seco, ardores de estómago, propensión
al resfriado, estreñimiento, herpes labial, uñas quebradizas, rojez de ojos y rostro cansado…Ahí estás TÚ: el último eslabón de la cadena, el consumidor.
Se te ha olvidado un importante dato del "antes de": el chandal arrugado con cintura de cuerdecita blanca :-)
ResponderEliminarPor cierto, ¡qué fiebre etiquetadora la tuya!