martes, 19 de agosto de 2014

CONSEJOS VENDO...


Es curioso cómo todo el mundo parece tener un máster en psicología cuando se trata de arreglar la vida a los demás. Da igual si el consejo es contraproducente, un rancio lugar común más o ha sido extraído de un libro de Jorge Bucay; la cosa es abrir el principio del aparato digestivo para sentenciar lo que el otro tiene que hacer si quiere salir del atolladero.

Ya lo decían los Héroes del Silencio en su canción “Entre dos tierras”: ¡Qué fácil es abrir tanto la boca para opinar!

Lo curioso es que la mayoría de las veces el asesoramiento recibido no fue ni siquiera reclamado. Debe ser un esquema aprendido desde la infancia en el que cada vez que de niños contábamos algo a un adulto, tocaba escuchar una moralina porque sí.

Todos lo hacemos en mayor o menor medida. El que no recomienda de manera explícita es quizás por timidez o falta de confianza con su interlocutor, pero estoy seguro de que en su fuero interno se forja siempre una recomendación que quiere estallar como una olla a presión.

-Tengo un dilema muy del primer mundo… Ando ahí dándole vueltas si pintar la pared del salón de un color vivo o la dejo blanca, como estaba.

-Sin lugar a dudas, píntala de color verde limón. En el súper venden unos botes de pintura a muy buen precio. Hazlo y le das un poco de color a tu casa.

Analicemos este trozo de conversación aparentemente trivial entre dos interlocutores. El hablante A ha verbalizado una duda interna que el hablante B ha interpretado como una petición de criterio no explícita. No debemos dejarnos influenciar por el intercambio de información tan baladí puesto que este diálogo encierra una moraleja valiosa.

-Píntala de verde limón y si no te gusta, te jodes porque total, la pared no es mía.

Lo sé, os oigo gritar diciendo que vosotros cuando dais un consejo lo hacéis con toda vuestra buena voluntad y jamás con dolo y yo os creo porque a mí también me pasa.

A lo que quería hacer referencia es a la facilidad que tenemos para decidir por los demás y lo difícil que se nos hace elegir por nosotros mismos por miedo a las secuelas negativas de una decisión desatinada de la que solo nosotros somos responsables.

Aunque haya quien piense que tiene un criterio propio y que nunca se deja influenciar, le diría que quizás no es consciente de la influencia del entorno. Del mismo modo que hay quien no emite ningún tipo de parecer por diversos motivos, está igualmente quien nunca lo reclama ni explícita ni implícitamente. Pero no nos engañemos, observamos y copiamos decisiones de otros a los que les fue bien o por lo menos no les fue mal haciendo lo que nos tiene en duda.

“Hay que tomar una decisión y no sabemos si será buena o mala hasta que la tomemos y veamos sus consecuencias”.

Con este consejo abierto que me dieron una vez en su día, me di de bruces con la realidad y descubrí que ser más adulto o menos niño reside en asimilar que toda causa lleva a un efecto, en la mayoría de las ocasiones imprevisible y que necesitamos buscar cómplices que nos refrenden en todo momento.

3 comentarios:

  1. Thomas Alva Edison tomó 999 veces la decisión equivocada. Por eso acertó con la làmpara incasdescente

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  2. Yo la pintaría de.... ¡ay, si nadie me ha pedido consejo! ;-)

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  3. La frase completa del titulo la suelo utilizar con frecuencia, incluso mentalmente para mi cuando me siento tentado a dar consejos.

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