martes, 9 de diciembre de 2014

LA LEY DE LA CAUSA Y EL EFECTO.


Agarre el libro de Louis Hay “Usted Puede Sanar su Vida”  y ponga en práctica los trucos de una de la escritora de libros de autoayuda más conocida, simplemente mírese al espejo y coloque los dedos en la garganta para sentir cómo vibran las cuerdas vocales mientras pronuncia las siguientes palabras mágicas:
-“Me quiero, me acepto, todo está bien”.
 Repita la consigna cuantas veces sea necesario, convierta este gesto en una rutina equiparable al cepillado de dientes y no dude que aunque usted no acabe de creérselo, a fuerza de insistir, quizá algún día consiga al menos no considerarlo una necedad.

La autora se atreve a clausurar el libro con una tabla en la que clasifica una serie de enfermedades determinando sus causas y aportando un eslógan para repetir ante el espejo a modo de antídoto. Se atreve a incluir dentro de la lista dolencias y enfermedades que van desde un simple brote de acné o una fístula hasta diferentes tipos de cáncer. Por poner un ejemplo, según ella, las causas de una fístula son “liberación incompleta de desechos, alguien se aferra al pasado” y para solucionar dicho problema, usted debe colocarse delante del espejo y repetir una y otra vez (siempre sintiendo la vibración de las cuerdas vocales):

-“Con amor me libero totalmente del pasado. Soy libre. Soy amor

Respeto la tesis de que uno es responsable de su estado de ánimo hasta cierto punto y tiene el poder de relativizar o atenuar las emociones negativas, pero de ahí a pensar que uno es capaz de todo con tan solo creérselo me suena al versículo bíblico ese de “la fe mueve montañas”. Uno puede facilitarse o complicarse la vida pero nunca nadar contra corriente. Así que, si se siente preso de una injusticia, tiene derecho a lamentarse y quejarse sin recrearse en ella, claro está. El comentario: “le está bien empleado, que se fastidie” me suena a vendetta pelusera proveniente de vísceras repletas de heces (ignórelo por su equilibrio homeostático)

No, uno no controla su destino como no controla su respiración, se puede contener hasta cierto tiempo pero siempre acaba estallando el instinto de supervivencia.

Por lo tanto, deje de culpabilizarse por todo lo que no puede controlar y acepte que el caos forma parte de su existencia. Si se siente preso de una circunstancia desfavorable, deje de buscar las razones objetivas que le condujeron a ello. La ley de la causa y el efecto tiene muchas excepciones, pregúnteselo a los cadáveres que dejan todas las catástrofes naturales (lástima que se muestren siempre afásicos y circunspectos). Así que sumérjase en el remolino llamado vida y espere a ver si la tormenta amaina. Nadie dijo que fuera fácil.

 

1 comentario:

  1. Creo que a la Hay le hubiera gustado este post, porque tiene todo el espíritu de un libro de autoayuda, pero de los buenos, porque nada hay más sabio que ser consciente de que no se pueden controlar todos los aspectos de tu vida. Pero confieso que -y mira que me atrae el caos como romanticona que soy- pocas cosas me dan más paz que tenerlo todo bajo control, atado y bien atado.

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