miércoles, 22 de enero de 2014

EXIGIR ESTÁ DE MODA


Tiene usted derecho a llenar la bañera hasta el borde cada mañana para tomar un relajante baño mientras repasa los puntos a tratar en su ponencia titulada “El Fuerte Impacto Medioambiental de los Pantanos” y a quejarse de que nunca nadie cuente con usted aunque usted nunca llame a nadie.

Puede quejarse de los malos modales ajenos mientras mastica un bocado de comida en la mesa mostrando a los demás el bolo alimenticio dentro de su boca e insultar al camarero cuando le sirva la sopa fría aunque usted llegue tarde al trabajo.

Es legítimo que usted se lamente si los demás no reaccionan en todo momento  como usted tenía previsto y puede demandar la pena de muerte para todo aquel que haya decidido retirarle el saludo aunque usted nunca pierda el tiempo en interesarse por ellos.

Sentencie a todo aquel que opine de manera diferente o entienda la vida de otra forma. Está más que justificado que usted se crea en posesión de la verdad absoluta.

Tache de reprobable todo aquello que no entienda o tema.

Es razonable que usted sienta nostalgia por el tiempo pasado y se queje de que ya nada es como antes y tilde de antiguo al que se remonte más atrás de su etapa preferida.

Ahorre en objetos de primera necesidad para gastarlo en pequeños caprichos prescindibles de primera marca.

Enjuicie a sus progenitores hasta que usted se convierta en padre; entonces, censure el comportamiento de sus hijos y reprócheles lo equivocados que están.

Recoja firmas para condenar a cadena perpetua a quien decidió romper lazos con usted porque ya no sentía nada o mejor aún, contrate un sicario y aniquílelo.

Sea muy cotilla y exija siempre discreción o mejor aún, no suelte prenda de sus miserias.

Vitupere a quien canturrea cerca de usted cuando está de mal humor y catalogue de misántropo huraño a quien tenga un mal día cuando usted esté eufórico.

Una de mis greguerías favoritas de Ramón Gómez de la Serna dice así:

“Nerviosismo de la ciudad: no poder abrir el paquetito de azúcar para el café”.

Pues eso, la ciudad y su neurosis…

 

 

 

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